CORREGIR EL MUNDO Y HORMIGAS [Carta a Bunbury número 14]

.

Estimado Bunbury: Corregir el mundo con una canción, de todo tu álbum, es, a priori, el tema que menos me gusta a mí, aunque sé porque te he leído que para ti es fundamental como broche. Que no cierras nunca tus trabajos con canciones menores. Y posiblemente cuando la escuche dos o tres veces más, en bucle, hasta yo cambie de idea. ¿La lección aprendida podías creer que era que habías abusado de tu voz durante las giras? ¿Hablas de tus síntomas? ¿de lo que era escalar esos ochomiles en cada concierto, en esas condiciones nefastas para ti? Te ibas de los escenarios y el aliento sobrenatural era el de tu público. Entonces escribes esto. Y dices que es un sándwich, tal vez, con Nuestros mundos no obedecen a tus mapas, porque corregir el mundo con una canción, escribir, era una solución imaginaria, que te planteaste o que alguien te planteó. Estoy de acuerdo en que en toda obra de arte hay algo que se escabulle, aunque de mí sé que corre todo y que doy palos de ciega, ahora, como los daba al principio. Aunque trataré de ir enmendándome. Sí esa soledad feroz que veías, harto de pasarlo tan bien ¿con nuestras costumbres sociales? Bueno, las vuestras, o las de ellos. Yo me excluyo. Y una manera muy ingeniosa de decir que se está hasta los cojones de las entradas. Lo siento, yo soy así, llámame necia. En el fondo sabías que podías sobrevivir a ello, porque te bastaba esta jodida letra. Aunque se me escapa algo, ¿qué monstruos eran esos? Ahora, ¿sabes?, escucho de otro modo. Y hasta la música me cala. ¿Te dije ya que me encantan tus uñas pintadas? Me recuerdas a Deleuze. Él acabó tirándose desde un décimo piso. Pero no sin antes darse la satisfacción de grabar su abecedario, para la posteridad. Me pregunto quién será tu Claire Parnet.

Ahora leo tu poema Hormigas rojas, hormigas negras y no sé que decir, aparte de ¡Woaow! Lo que he sentido. Esto sí que ha sido una mirada al exterior. Yo una vez tuve esa sensación, creo. No en sí la que tú describes, con esa complejidad. Pero la sensación de que la ciudad era un hormiguero o quizá un nido de termitas. Y que estaba a reventar. Me parecía que bullía, pero lo hacía de una manera oscura. Iba yo a una reunión de los rosacruces en ese momento y me parece que en estado psicótico, sudando la gota gorda por el labio superior. ¡Qué fina, no lo he llamado bigote! Creo que tú te llevarías bien con Manuel, aunque no sé si él pensaría que eres un descerebrado como The Box. Lo digo por lo del Estado paternalista. Supongo que las hormigas rojas y las hormigas negras simbolizan al burro demócrata y al elefante republicano. Porque tú tienes un concepto vertical del Poder. Pero, a pesar de no ser nostálgico, en eso quedamos, ahora recurres al pasado. La calle Papa Adriano VI queda muy cerca del parque de La Paz, en Zaragoza. ¿Los encuentros en el ascensor podían ser con alguna vecina? Yo siempre he tenido mucha imaginación. Y por las paredes se filtra casi todo. No si bajas la voz. Aunque si Google quiere grabarte, basta con que te jodan el micrófono del teléfono en la última actualización de Samsung y lo amplifiquen a la enésima potencia. Y tenemos eso durmiendo con nosotros en nuestra propia habitación. ¿Bernardo «el Practicante» era un camello? No sé, me parece que en los setenta eras un poco joven para eso. Mi practicante se apellidaba Cordero y yo nunca tuve que pedir auxilio. Porque auxilio solo tuve que pedirlo en el hospital. Pero yo vendí oro, o lo vendieron por mí. Que lo sepas. Aunque eso ya fue al principio de los ochenta y jamás he recurrido a un prestamista. Y ahora ya nos trasladamos a West Hollywood. Pero no sé si lo del polvo de ostra es una metáfora. Ahí hay nivel, ¿no?, quieres decir. Sí, porque hemos pasado de las alitas de pollo y la cerveza al Chardonnay al Sauvignon Blanc. Y luego está la otra vida, la del que necesita el alcohol, yo misma, o el cannabis, lo fui, o el antidepresivo, para sobrevivir. No sé cuándo estás escribiendo esto realmente, pero dices que el fin del milenio llegó veinte años tarde. Y vuelvo a aplaudir tu ironía, porque en este punto me parece magistral. Y una presentación un tanto apocalíptica, sí, de lo que ahí experimentabas que sucedía. La Segunda Enmienda es la ley que protege el derecho del pueblo a poseer y portar armas. Yo una vez me dormí con un cuchillo bajo la cama, porque creí que mi padre podía entrar por esa puerta y hacerme algo terrible. Pero no sucedió nada, afortunadamente. Y desde entonces tengo otra cerradura y otras llaves. Así que estoy de acuerdo contigo, en lo que dices al final. Y eso es todo. Otro día. Te deseo que te sientas bien.

Enlazado en

CARTAS A BUNBURY

Un comentario en “CORREGIR EL MUNDO Y HORMIGAS [Carta a Bunbury número 14]”

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar