TXAKOLÍ, AUTOS DE CHOQUE Y EXTRAÑO [Carta a Bunbury número 12]

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Estimado Bunbury: He sabido que vas a lanzar al mercado, en un esfuerzo común con una bodega del País Vasco, una edición limitada de un Txakolí del que a mí me encantaría poder disfrutar, porque adoro ese vino en concreto. Me aficioné a él a mi paso por el Camino del Norte, cuando partí desde Irún, pero que no descubrí hasta Donosti. Aunque luego todo fueron días de Txakolí. No una borrachera, pero sí una embriaguez de vino y vida. Y te escucho decir que la botella, Landázuri, es un homenaje a tus ancestros, en concreto supongo que Rafael Ortiz de Landázuri, tu padre recién fallecido. Luego, aunque no explican de donde procede esta inclinación tuya por la enología, leo en el Heraldo que dices que «será un Txakolí destinado a hechizar (y me gusta que utilices precisamente ese verbo) a expertos y neófitos por igual«; que es «un tributo apasionado a los orígenes y al rico tapiz de la viticultura«, que refleja tu «compromiso inquebrantable con la calidad y la autenticidad«. En el Heraldo también facilitan la dirección en la que hay que registrarse para poder optar, en preventa, a alguna de estas botellas. Y hablan de la variedad de uva que empleáis en su elaboración, courbu, denominada en euskera hondarribi zuri, porque me imagino que la beltza, la tinta, no se empleará en este caldo, que dicen que tiene la característica de dar un vino ácido. Que no sé si he de poner en duda, porque ese no es el recuerdo que yo tengo del Txakolí, que pinta en mi boca una sonrisa de dulzura, como alcohólica que soy.

Autos de choque, la escucho ahora. Aquí, enlazando con la Tormenta perfecta, criticas el actual statu quo. La música le va a la letra, aunque me cuesta engancharme a ella. Yo, ¿sabes?, desde lo de mi brote psicótico perdí la seguridad en mí misma, por eso no soy, tal vez, la persona más indicada para que le hagas esa pregunta. Aunque si lo pienso bien, en torno al contexto social, nunca he sabido demasiado bien qué pensar. Pero sí me parecía comprender cómo desde los medios, sobre todo la televisión, se nos aleccionaba y se nos inducía a una alienación generalizada. Un espejo roto dicen que son siete años de mala suerte. Y los tam-tam anuncian la guerra. Pero sí que lo entiendo, Bunbury, aunque divague. A mí me dan menos que nada. Pero tengo que seguirles el juego, porque una vez que caes en sus redes y el sistema te detecta estás perdida. Vuelvo a pensar que hablas de la vacuna, pero no solo de la vacuna. Un cebo puede ser Internet mismo. Placebo no llamaría al aripiprazol que me suministran precisamente. Pero, sí, no dejo de tomarlo, por temor a volver a tener otro brote psicótico y volver a caer en sus manos. Y aplaudo el estribillo. Un poco más misteriosa es esa idea de quedarnos conectados a nuestro propio reflejo o al reflejo de alguien. Pero me temo por las últimas dos estrofas que yo, sin pretenderlo, me he quedado del otro lado. Tal vez porque nunca estuve en ese lado. Tal vez porque ahora solo soy capaz de ver las cosas como ellos. Aunque me imagino que el propósito del que hablas es la libertad: ser libres. La libertad y el amor. Eso es lo que no está a su alcance y ese es lenguaje que ellos no pueden entender.

No te conviertas en un extraño, de Exilio Topanga, es un poema que mira hacia adentro. Muy en la línea de Autos de choque, con más complejidad. Pero no pienso que estés observando ahí cómo cambian los Ángeles y ese barrio que es Topanga, sino como el mundo te cambia a ti. Cuando leí No te conviertas en un extraño, no sé por qué pensé en Benedetti y en su No te salves. Pero no tiene nada que ver. Yo que quiero siempre buscar paralelismos y si no los encuentro me los invento, porque ya te digo, me suministran algo por lo que he dejado de toparme con ellos en el mundo real. Convertirse en un extraño es alejarse uno de sí mismo, ¿verdad? En el fondo te leo, pero desde un lugar imposible. Tu vida no tiene nada que ver con la mía. Y esta es tu experiencia. Aunque yo detesto el halago. Quizá sea por esa razón. Pero cuando hablas de que especular sobre quién recibió un mayor daño no nos lleva a ningún lugar interesante, pienso que te estas refiriendo a cosas como lo que sucede con la guerra civil. Tener una buena infancia es importante, pero no te cura de la lucidez, por ejemplo. Las cosas no tienen necesariamente que haberte pasado a ti, para que te importen. De todas formas, posiblemente, casi todos tengamos algún crimen que ocultar. Y me parece muy sabio tu consejo. Aunque a veces no hay canción, y ni siquiera es mediodía, pero hay algo semejante. Crear, lo que sea, pienso que es importante, no perder ese impulso. Y a mí también se me da bien volver a cometer los mismos errores. Parezco una adicta, a veces. Quizá el alcohol tenga algo que decir a eso. Pero yo no, yo carezco de ese fulgor, yo vivo apenas sin esperanza. Por eso esto, leerlos a ti y a Luna, ya sé que insisto, me hace tanta compañía. Lo que no sé es como se hace para no proyectar sombras, a no ser que se camine en la total oscuridad. Simplemente no sabemos. Solo que hay que seguir. Muchas gracias.

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CARTAS A BUNBURY

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