Los secretos en Memorias del subsuelo y Poesía masculina (140)

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AQUÍ LLEGAN LAS LÁGRIMAS

Lloro catastróficamente, pero lloro de bonito que me parece lo que él me dice. Le pregunto a Manuel si le incomoda que le escriba a esas horas en que le escribo y él me contesta que cómo le va a incomodar. Así que yo le digo: ¡Qué grande eres! Porque sé que es un rollo acostarse con alguien, hace casi veinte años, y que ese alguien no te olvide y te convierta en su mejor amigo. Y él qué responde: ¡Ni la mitad que tú! Cuando lo que hago es destriparme. Pero, sí, eso demuestra que una no se enamora de alguien al tuntún, sino de la puta belleza. Y eso siempre es muy gratificante. Bueno, y después de esto me duermo. Y cuando despierto experimento alegría, porque Luna Monelle me ha escrito, y me comparte algo que yo deseaba verdaderamente conocer. Creo que ella es en extremo generosa conmigo, por extensión, porque ella es generosa, pienso, que con todo el mundo. Así que con esas dos generosidades como inspiración, que además creo que anteponen libertad y consentimiento, a casi todo, Las prisiones progresan como deben desde la franqueza y sinceridad más absoluta. Aunque pienso como Dostoievski, en Memorias del subsuelo, que hay secretos que una ni siquiera se confiaría a sí misma. Él creo que no lo dice así, de esta forma textual, pero lo dice en una forma que se aproxima a esto. A ver si lo puedo localizar: «Hay secretos que confesamos a unas pocas personas, otros que no confesamos a nadie y nos atormentan en la clandestinidad, y aquellos que, como la maldad, pueblan las profundidades más recónditas y escondidas del alma.» Bueno, esta es una versión, quizá la correcta, pero no la que yo conocí. Y pensándolo bien es perfecta. Y no tengo nada más que decir, a no ser que me reservo el mito de Ariadna, para ese escrito. Y que paso al siguiente poema de Poesía Masculina, GRETA THUMBERG. Este yo lo interpreto como un poema de sentimiento, pero con una carga ideológica, o de conciencia social y ecologista. El protagonista bebe y parece ser que bebe mucho. Pero bebe botellines de vidrio y nos advierte de que no intenta presumir acerca de su alcoholismo. Son cálculos poéticos los que nos ofrece y nos habla del poder contaminante que tienen las cosas: menos aire para nuestros pulmones, menos hierba para nuestros niños y consecuencias nefastas para nuestros nietos. De eso hablan esos versos. Luego, regresa al motivo que le ha llevado a beber ese día, o esa noche: una culpa que quisiera olvidar, porque siente, no sabemos por qué exactamente tampoco, que ensucia la tierra. Y se proyecta en el vidrio, al que confiere el poder, por ejemplo, de salvar al pez. Y es lírico y profundo el momento en que dice esto: «si esta noche cuento los cristales de mi cocina/ es porque creo con compulsión y con nostalgia/ en la belleza de extinguirnos,» Pero, ¿qué son esos botellines para él? Una confesión de otra índole. Estaba solo y no había nadie para calmarlo. Pero, ¿echaba en falta la voz de Luna, porque ella estaba lejos ese día? ¿o no lo estaba pero quería estarlo? ¿o no era solo la voz de Luna lo que echaba en falta? ¿y ya había alguien más ahí en quién pensaba? Aunque sé que excede al poema, me plantea esas reflexiones y esta: ¿cuándo comenzó a necesitar ilusionarse con otras mujeres este hombre? «mi poca destreza para estar solo» -nos confiesa.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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