Del pashmina gate, Jaime del Burgo y Poesía masculina (139)

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BLATTODEA Y ANTÓFILOS

Yo también soy una cucaracha. Por utilizar el lenguaje insultante de Houellebecq. Porque me enteré, por el peregrino Valdivieso, del último escándalo de este país y me he puesto a fagocitar esa basura. Primero a través de Pilar Eyre y, después, de un tal Diego Arrabal. Y este es el tercer día que la consumo y de cero interés al principio, he pasado a cien, porque, al final, de lo que hablan, es de una suspicacia que yo desde siempre he tenido. Porque los genes son los genes y aunque es posible no parecerse una a sus progenitores, parece un poco extraña tanta diferencia. Así que me he puesto a seguir también las cuentas de Jaime del Burgo. Tarde en Twitter, ya, porque él había borrado los mensajes que emitió al principio, y que fueron los que dieron lugar al escándalo. Del que, y esto es un poco inaudito, dicen que solo se habla en el extranjero. Aunque puede que en La reunión secreta se atrevan a pronunciarse, eso no lo sé. Porque voy retrasada con los programas. Pero sí, llegué a ver la foto de la pashmina y ese mensaje amoroso y desesperado que la acompañaba. Y dice una cuenta verificada, que se supone de Jaime del Burgo: «La verdad saldrá probada, documentada. A mí me toca contarla y al que se sienta injuriado que acuda a los tribunales, que para eso están. Los españoles tienen derecho a conocer quienes nos representan por herencia o elección…» A mí ella, la verdad, no es que me guste mucho, porque me parece una tipa muy estirada y que en seguida arruga la nariz, metafóricamente hablando. Además yo no soy monárquica. Pero esto me hace solidarizarme con ella. Por este motivo. Porque si tú estás casada y tienes una aventura con alguien, al que se supone que amas, esa persona siempre debería cuidarte. Tu imagen, al menos. A no ser, claro, que hayas terminado por hacerle mucho daño a esa persona. En cuyo caso también se entiende que el otro, o la otra, pueda sentirse despechado e, incluso, que quiera vengarse. Pero aquí lo que hay es un ataque frontal a la institución. Y eso no me parece en sí malo. Porque si se trata de una mentira, peor para todos, porque la institución va a continuar, aunque esa imagen inmaculada que tiene no se salvará sin un careo público. Y también me siento solidaria con ella, porque me parece que se ha ganado algún enemigo realmente importante: su suegro, por ejemplo. Pero, por otro lado, cuando hubo algo oscuro que nos tocó, es comprensible que una, uno, termine por ventilarlo. Me refiero a Jaime del Burgo. Porque en su lugar, de algún modo, también puedo ponerme. Y por eso para mí es muy comprensible todo desde cualquier punto de vista. También está claro que sería muy conveniente un escándalo a estas alturas del partido. Porque esa ley de Amnistía ha revolucionado de nuevo nuestro mundo. Y esto, en parte, la opacaría. ¿Pero quién sale ganando aquí? Esa es la cuestión. Ya que los concitados en ese último tuit de del Burgo son tanto la Casa Real, como Sánchez Castejón. Y los demás ahí no podemos opinar. Así que sí, yo también sigo la noticia o el fake, lo que sea.

Y ahora voy con el poema MAMÁ NOS HA INVITADO A HUEVOS BENEDICTINOS. Este momento de Berlín, del barrio de Wilmersdorf, «un barrio raro para turistas», yo lo recuerdo del Instagram de Luna Monelle. Aunque en su Instagram solo se hacía énfasis en el miedo de Ulises a las abejas, si no recuerdo mal. Y este es un poema descriptivo y un poema histórico, para los protagonistas y para los y las que la seguimos a ella. Y tal vez para quienes le siguen a él. Porque en ese día hay una crisis en la oficina. Y se dice: «puto isaac», que parece ser el jefe. Quizá aquel que sometió a acoso a Luna. Y las abejas de las que Ulises tiene miedo, a mí también me lo causan. ¿Será ese un miedo atávico? En Berlín ellos estaban de vacaciones y los huevos que les sirvió el camarero no estaban buenos. La voz lírica dice: «qué pretenciosa su salsa holandesa como ictericia». Pero para mí lo más importante de este poema está en ese sentimiento final de Luna, que yo pude conocer antes. En lo que la vida se cobrará, esa necesidad inapelable que ahí tenía Ulises de ella. Pero que algún día, lo más probable es que Ulises supere. El niño que era y el adulto que promete ser. Y en ese sentido también es histórico. ¿Recordará él las figuritas de playmobil que ese día su madre le compró? Parece difícil, porque Ulises creo que aún era muy pequeño. Aunque no tanto como para querer seducir a un perro, que no quiso jugar con él. Y este es un poema, también, en el que se expresa la ternura: «uli tenía miedo de las abejas decía ¡zum! y cerraba los ojos/ mentía cuando se tocaba el hombro con el dedo y decía ‘pupa’/ mentía todavía más cuando gritaba ‘papá’/ con gesto de ‘te necesitaré siempre’ pero con voz de ‘el miedo que me hace necesitarte algún día acabará'». Las abejas habían acudido al reclamo del plato, huevos con salmón, y el camarero no se manifestó. No se mostró solicito, nadie lo hizo en aquella cafetería. Pero a pesar de ello, ellos, como turistas, disfrutaron del barrio. Otros detalles son no mundanos: hicieron la colada y él jugó a la consola en el apartamento de alquiler.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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