112. El arcano Sin Nombre y las crisis de identidad

Anne-Marie me cogió de la mano y compasivamente me dijo que le parecía que ese era el instante más adecuado, para tratar de mudar la energía que me sobrecogía. Así que extrajo de su mochila el mazo con los arcanos y la vela y yo me concentré en respirar profundo, para conjurar la congoja que me abatía. Ahora, el arcano Sin Nombre, el arcano número XIII, me saludaba. El arcano que mejor representa la liminalidad. El arquetipo de la transformación. Hay quien dice que no lleva nombre por el impacto que nos supone el desconocimiento del proceso, porque estamos hablando de la muerte, aunque no lo pronunciemos; ya que si la nombras es como si la llamaras, atraes la cosa. Colleuil asegura -según Anne-Marie- que este es el arcano del pasaje iniciático, que morir y renacer es lo que hacemos cada día pero no siempre con conciencia. Pero Colleuil va más allá y afirma, además, que este es el arcano de la identidad, de un gran trabajo que hay que operar sobre la identidad. Viene a preguntarnos, ¿cómo te llamas? ¿Cómo te llamas verdaderamente? Un nombre que quizá tú misma no conoces; es decir, el arcano no tiene nombre pero nos cuestiona sobre el nuestro. Yo comenzaré por aquí, mientras nos levantamos del Camino y echamos a andar, aunque esta vez, hablando. Cuando en el hospital me preguntan cómo me llamo les diré que Carmen pero llevaba una década sin llamarme así. Todo comenzó en el colegio, a la edad de mis ocho años, cuando descubrí que mi nombre no era Carmen María sino María del Carmen. Y me empeñé en borrar el María de mi nombre, hasta que lo conseguí. O prácticamente lo conseguí porque era difícil que los parientes dejaran de llamarte así, como llevaban toda tu vida haciéndolo. Pero en el colegio era distinto, porque reunía valor y en cada curso me levantaba hasta la mesa de la profesora para hacerle esa reivindicación. Aunque de lo que no podía desprenderme, como será evidente, era de mi segundo apellido, lo que más me acomplejaba: Cagamofletes. Y lo que siempre se prestaba a unas bromas estúpidas por parte de las demás niñas, y más tarde de mis compañeras de instituto. Entonces, con el paso de los años llegó mi inmersión en la existencia virtual y con esa existencia llegaron En_Penumbra, Sabbat y Kasandra. Todas ellas identidades que en el momento en que nacían tenían mucho más que ver conmigo que con aquella que yo había sido. Hasta que con Manuel asomó La Roja, sí, como mi mochila, y lo que surgió entre sus brazos. La Roja no era enemiga de Kasandra pero en muchos sentidos se oponía a ella, porque Kasandra era fría y racional y la Roja dulce y apasionada. Digamos que Kasandra cercenaba las posibilidades vitales de La Roja. Pero eso sucedía en mi mundo virtual, en mi mundo cannábico, en mi mundo de fantasía. Hasta que un día le dije a Manuel que no volviera a llamarme Carmen, porque yo como me llamaba era María. Y aquí se manifestaba el arcano Sin Nombre en su máximo esplendor. Porque María lo que buscaba era hacer tabula rasa con todo. Para, partiendo de cero, construirse una nueva vida. Y mi crisis comenzó así, como una crisis de identidad.

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