31. La descripción del arcano de El Diablo del Tarot de Marsella realizado por Anne-Marie

Ya aseadas y a punto de lavar la ropa, escuchamos un estruendo, era un trueno. El albergue se había vaciado porque todos los peregrinos que habíamos visto al llegar se habían ido a cenar. Así que desistimos de la idea de lavar la ropa, tan pronto como las primeras gotas comenzaron a caer. Y nos encerramos en el cenador. Aunque Anne-Marie me dejó sola durante unos minutos. El tiempo necesario para ir en busca de la vela, las cerillas y el mazo de los arcanos. Esta vez me costó detenerme al barajar las cartas. Tenía la sensación de que me detuviera donde me detuviera el resultado no me iba a gustar. Acerté de pleno. En cuando vi el arcano que Anne-Marie me mostró se me vino al pensamiento Enzo y tras él el pasillo de mi casa, de mi segunda casa, y la oscuridad del baño, y la voz amedrentadora que me llamaba. Y luego una pistola que empuñaba con mis manos, y de ahí, lo que es la mente y sus asociaciones, salté a Espinosa del Camino y la cadena de pensamientos parecía no ir a cesar pero entonces me vi sentada en esa misma mesa y a Navarra, en el otro extremo, escribiendo, concentrado. Y todo guardaba relación con el mismo arcano y más cosas que quizá me callo. Porque no nos podemos eternizar con esto y lo primero que debo hacer ahora es describirlo. Era el arcano número XV, El Diablo.

Imagínate un ser con alas de murciélago, de color verde, el color de la inmortalidad. Y piernas y testículos y un falo, falo diminuto, del mismo color. Sin embargo, los pies, una especie de garras o patas de bestia, son del color de la carne, como el torso, como los brazos, como el rostro. El color de la desnudez, de la sexualidad y de la sensualidad. Y también de la desigualdad, por supuesto, la restricción y la exclusión. Porque decimos carne y nos quedamos tan anchos, pensando en el color de nuestra piel. El diablo tiene senos de hembra. Así que es hermafrodita. Bordeados por una especie de collar y sostén de color rojo. Igual que el cinturón, este bastante por debajo del ombligo. Sujeta con su mano izquierda lo que parece una espada de color blanco, el color del albedo alquímico. Su brazo derecho, alzado en forma de saludo, mostrándonos el dorso de una mano de uñas afiladas. Su rostro nos mira pero tiene los ojos bizcos y aviesos y su lengua fuera de la boca. La palabra diablo, al parecer proviene del latín tardío, diabolus, que a su vez es un préstamo del griego, y significa «el que divide, calumnia y desune». Sobre la cabeza lleva un extraño tocado amarillo, indicativo de su vitalidad, que recuerda a una flor puesta del revés, con su cáliz y sus pétalos, a la que se le ha añadido una cornamenta de ciervo, de cinco pitones. Este ser está elevado, sobre una bola de color carne, que se hunde en un zócalo amarillo hecho de estratos, en el que también hay una especie de caldero, sobre un yunque, que la sostiene, estos, de color rojo, se apoyan sobre un suelo negro, el del infortunio. Y yunque al que permanecen atados por el cuello otros dos personajillos desnudos, uno a cada lado, mediante una soga de color carne. La hembra bajo el brazo derecho del diablo y el macho bajo la espada. Los dos ocultan sus manos tras la espalda, quizá porque también sus manos están atadas. Ambos tienen cola y sus pies recuerdan a unas raíces que se han quedado sin tierra. Sobre sus cabezas llevan un tocado rojo pero sus cornamentas son negras y sus orejas puntiagudas.

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