El deambular de la bruja y los orgasmos de colores (183)

.

LOS ARCANOS DEL TAROT Y LA POESÍA

Yolanda Rosado dice que la poesía puede ser la autoficción más salvaje y dice que aquello que yo hacía por la ciudad origen, de ir como ida, en busca o a la espera de una señal, recibe el nombre de deambular de la bruja. Este amanecer, claro, yo las escuchaba, a ella y a Luna, dialogando sobre su poemario, Sagrado, como siempre por el pasillo, durante cerca de siete mil pasos. Pero de algún modo también fue un deambular hoy, eso. Porque me daba cuenta de lo mucho que me gustaba escucharla y dejar vagar la mente hacia donde me llevaba su poesía. Orgasmos de colores, magia, blanca, negra, sentimientos y pensamientos ancestrales, que hablan desde el interior de una, la Torre, ¿cómo no? ¿Te he contado ya que a mí el Tarot me salvó la vida? Sí, seguro que sí. Llevaba mucho tiempo acariciando la idea de tenerlo. Lo veía en aquel escaparate de la librería Esperanza y lo deseaba. Pero tenía doce años y mi abuelo se negó a comprármelo. Así que tuve que robar dinero y, cuando él no estuvo, me lo compré yo misma. Llegué a casa exultante con él y cuando mi padre lo vio, lejos de enfadarse, aceptó que le echara las cartas. Yo tenía el librillo con las instrucciones, por supuesto, para orientarme, pero ese día puse mucho de mi cosecha. Porque nunca había visto a mi padre tan sinceramente fascinado por algo. Y a la vez tan temeroso. A mí su magia me invistió de poder. En parte, de ese poder del que habla Adrienne Rich en su poema. Porque, a través del Tarot, me gané el respeto de mi padre, pero también he perdido parte del respeto de los otros, en el Camino, por aferrarme a él. Hoy, por ejemplo, aquí a mi lado, desde su posición, sobre la pintura de mi cuñada esquizofrénica, una diosa madre, me habla La Justicia Visconti-Sforza. Y sagrado es lo que no puedes permitir que te quiten bajo ningún concepto: tu dignidad. Lo que yo no pude evitar que me arrebataran, durante aquel ingreso, primero en Urgencias y, luego, en el área de agudos de psiquiatría. Y lo que me dejaron es lo poco que defiendo ahora. Pero quiero leer a Luna, terminar de leerla, aunque la lea mal. El poema número dieciséis me hace preguntarme qué clase de mentira era esa y qué es un no lugar. Aunque eso me parece que no es la primera vez que lo escucho, porque se me viene a la mente La flecha amarilla, de Suso de Toro. Y para él un no lugar podía ser un aeropuerto. Pero no creo que sea eso lo que signifique la estética negativa de Luna. ¿Se mentía ella acerca de la felicidad que sentía? ¿o mentía a los otros? El poema número diecisiete es otra belleza. Este me hace pensar en su espalda, con ese tatuaje maravilloso, donde ella florece, que no tiene nada que envidiar a nadie. Y en su vestido negro de tul transparente. El que llevaba puesto en esta presentación. Para ser Luna hay que ser atrevida. Hay que ser atrevida y rompedora. Me encantó lo que contó acerca de esa escritora, la que cogió sus diarios íntimos y los desordenó al azar, con un propósito. Una vez a mí se me ocurrió hacer algo «parecido», mientras atravesaba un bosque. Fue así como surgió la tercera parte de Cahier Âme. Dividí las horas en cuatro estaciones, y les di un nombre, a cada una, en una lengua diferente. Luego, comencé a escribir por la primavera, que era el Spring del texto, desde las seis de la mañana a las doce del mediodía de cada día. Y seguí por el Herbst, el otoño, antes del verano L’été. Algo muy complicado que era como un puzzle y que solo tenía resolución para quien conociera el Camino Primitivo; es decir, el Camino de Santiago que atraviesa Asturias hasta Galicia. Prosigo. El poema número dieciocho tiene una fuerza inusitada. Y hasta da un poco de miedo esta Luna, que es capaz de hablarnos así. Pero sí, a mí también me cansan Góngora y Quevedo. Aunque ella no se refiera a ellos. Y me cansan los otros en lid. Y el resto del poema te duele, porque sabes que es cierto. No entiendo porque E. dijo que ella era mala poeta. Pero es verdad que me ha gustado mucho más este poema cuando me he detenido un tiempo sobre él. Más que cuando me pegué el atracón el primer día. Y es que en la poesía hay que detenerse. Me queda un sorbo. No he avanzado demasiado. Pero es que no tengo ninguna prisa. Tampoco la tengo con El pájaro que escuché. ¿Dije ya que he decidido llamarlo así? Sí, el título es por un motivo.

Enlazado en

Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar