Las vacaciones de Luna (169)

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DE VIAJES

Aquí las ITV están saturadas. Él tenía cita para ayer, pero a la hora de su cita convocaron una huelga. Y la cita más próxima es en Foz, en Lugo, a 127 km, así que iremos. Porque no hay excusa posible para la DGT. Y espero que ese día no haya una borrasca anunciada. Además él dice que matamos dos pájaros de un tiro: damos una vuelta larga y comemos pulpo a feira. Y yo bebo copiosamente ribeiro. Ojalá se parezca al día en que fuimos a visitar la playa de las Catedrales. Porque yo lo pasé de miedo ese día. Me bebí todo el camino. Solo que al día siguiente no tenía ni gota de resaca. Y ahora prosigo… El veintitrés de julio del 2006, Luna trasforma en poema lo que debió de ser un pequeño dolor. Se había tropezado con el bordillo de la piscina. El veintiséis de julio, un poema de Carver que repetía el miedo. Aquí, en los comentarios, llama la atención la intervención de otro anónimo, que yo creo que debe ser ese mismo al que Luna llamaba señor razón. Él o ella, aunque considero eso poco probable, le dice: «¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Por qué esa aceptación del encierro? ¿Por qué no puedes salir? ¿O no quieres? ¿Será en Niza igual? A veces me asusta coincidir tanto con alguien que no conoces de nada. Y que ni siquiera llegarás a ver en la vida.» Esto último es muy contradictorio. Aunque esa persona la anima a escribirle en privado. Y yo creo que ahí, a esa historia oculta, ya me he enganchado. De nuevo, la curiosidad bastarda. Pero que no daría yo, por ejemplo, por volver a leer aquellos mensajes que me hizo llegar ese que se llamaba a sí mismo biólogo, durante el concurso de blogs de los Premios 20Blogs, después de mi cita con Manuel. No debí haber borrado ese blog, pero lo hice. Esa de Luna era una conversación que debía proceder de otro lugar, un lugar en el que ella hacía escala. Y esa persona la avisa de que va a ausentarse durante nueve días. Más bien se lo repite. Y dice que eso es síntoma de que ese viaje le apetece menos de lo que creía. Dos días después ella sí menciona ya a Niza. Pero lo hace a través de la voz de Monelle, la Monelle de Marcel Schwob: «Y me dijo de lejos: olvídame y te seré devuelta.» La foto que acompaña el texto es paradójica. Es ella, claramente, pero la envuelven las pareidolias. ¿Qué soy capaz de ver yo en ella? Hoy casi de todo. Pero aquel día, en el fuego de la imagen, solo creí ver una Luna que se entregaba. Y llegamos al mes de agosto. Estuvo en Soria y leyeron poemas de Machado. Alguno sobre la tumba de Leonor. Luego, dijo que empezaban las «verdaderas vacaciones». Estaba a punto de partir hacia Niza, a final de mes. Pero antes se dirigía a nosotros desde Zarautz. A mí el paso por Zarautz me cambió un poco la vida. Porque fue ahí donde conocí a Jon Iturrarte, que me estuvo hablando de Oteiza. Al que adopté como abuelo eidético. Y que fue quien inspiró la obra de este estudio. Nadie está tan loco para hacer lo que hice yo aquí. Este suelo de piedras robadas de las playas, ninguna igual, sobre el que hay que caminar casi como una funámbula. Y ese diván, en el que enterré años de escritura. Con la esperanza de que se convirtiera en una cápsula del tiempo.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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