El Infierno sostenido del tío de Luna y los primeros días de Luna en Niza (170)

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DE SUS PRIMEROS DÍAS EN NIZA

A principios de septiembre del 2006, Luna dice: «Au revoir Espagne». Y nos muestra una imagen tomada desde un avión, lo último que ella vio de nuestra tierra. Hay un solo comentario ese día, pero podría ser de cualquiera, porque su tío por ejemplo también le escribe como anónimo. El comentario dice: «Estaré atento al comportamiento de las mareas en la Costa Azul. Que tengas suerte (te hará falta poca, verás). Besos.» Al día siguiente Luna publicaba la lista más vendida de poesía durante ese mes de agosto, Infierno sostenido (editado por El Gaviero) de su tío Óscar Santos Payán era el segundo de la lista y ella nos lo recomendaba, más allá de los lazos familiares. El blog de Óscar también se llama Infierno sostenido. Lo crearon él y Luna, cuando publicó su obra. Pero no se decidía a escribir en él hasta dos años después. Ese día podíamos leer un poema que él pensaba para un poemario futuro. «Hay algo en esta lluvia/ cuando paseamos/ y sonreímos/ y los huesos se pudren/ Pasear a cielo herido/ y ensuciar nuestros besos/ Hay algo en esta ciudad/ cuando respiramos/ y mentimos/ y el rechazo cae/ No se permite cantar bajo la lluvia/ pero nos dejan al menos pasear/ y cantar a este silencio de uranio». Un cinco de septiembre Luna se nos presentaba como la extranjera bajo un 612. Dos días después comenzaba su diario Masséna. El diario del liceo en el que estudiaba. Ella cautiva. La llaman la españolita silenciosa. Ha tenido su primera clase de griego. Para sus compañeros, nueve, este no era el primer año de la asignatura. Pero le ha parecido fácil y precioso. La profesora era Mme Garcín, que también es su profesora de literatura. Les mandó traducir unos versos de un poema: «¿Puedo ser un espejo?/ Porque siempre me miras./ ¿Puedo ser una túnica? Para que lleves siempre». Ella ese día comió sola en el comedor. Luego se encontró con Anuke, que cursaba diferentes actividades deportivas a las que Luna eligió: atletismo, tenis de mesa y voley. Y nos habla de Eléonor, de la que va a ser compañera, una chica muy simpática, gran lectora y violonchelista, como otra amiga que Luna tiene, y como Manuel. Preguntas -dice: «¿Sangras? ¿Hablas? ¿Pelo? ¿Boca? ¿Sangras?» Eso bajo la etiqueta de infinita tristeza. Después se queja. Dice que la lejanía provoca ausencia de letras. Tiene dos comentarios anónimos ese día. De la misma persona, creo. «Pero no de sueños» -aclara quien sea. Y, luego: «Y las palabras dicen algo estupendo» -como esos versos que recita el poeta Oliverio en El lado oscuro del corazón: «Pero no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo.» Y ahí le deseaba buen viaje, porque parecía que ella se iba a subir a un autobús con destino a Aña. Que es muy enigmático porque yo ese destino no lo encuentro por ningún lado. Yo, por mi parte, he tenido otro percance. Ahora es la lavadora lo que se ha estropeado. No centrifugó y hubo que escurrir a mano toda la ropa. Y vaciar la lavadora de agua. Al casero se le ocurre que se haya desprogramado, porque como la desenchufaron. Pero no piensa ponerse con ello hasta el miércoles. Así que ya lo veo también camino de la lavandería.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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