El logro material en Poesía masculina (135)

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MONEY

Ayer llegó Codi, la última peluca de Chiara Cabello, y, por fin, me sentí a gusto con algo. Hoy no me he duchado, porque la válvula de la caldera dijo el técnico que explotó. Vimos hasta salir espuma, por el grifo. Menudo susto. Lo malo es que no sé cuántos días voy a estar sin agua caliente. Y con mi acrocianosis para mí es prohibitivo meter las manos en agua fría. Entonces, espero que el casero se decida pronto, por qué caldera instala y que el técnico se dé prisa. Pero están ahí las vacaciones de navidad y no sé yo, no sé, si tendremos suerte. Hoy jugaba La Torre, el arcano XVI, pero también coincidía que es el día dieciséis de mi ciclo sintético y que el arcano juega en el lugar dieciséis. Que esto no deja de ser una chorrada, pero a mí como supersticiosa que soy me influye. Y al menos paso página en Poesía masculina. Tengo 50.000 euros en el banco, se titula el poema, que no sé cómo voy a encarar. Puesto que aquí no hay ni una sola anotación. Lo leo y es jodido de leer. Pero en lo que se resume creo que es sencillo: el logro. El logro material, claro. Frente a todas las cosas que importaban. Lo deduzco porque en el poema aparece David Foster Wallace. Y ese era un autor del que él, Antonio J. Rodríguez, ya le habló a Luna Monelle en sus primeras citas. Ahora bien, ¿quién es Kase? Creo que será un rapero: Kase.O. El protagonista lo amaba, pero luego se volvió cursi y viejo. Aunque a mí para comenzar me cuesta entender el primer verso del poema. ¿Qué querrá decir «cuando la cifra diera la vuelta»? Seguro que es algo muy sencillo de entender, pero yo soy muy torpe. Aunque sabemos de él quién era: «un chico enclenque que acumulaba polvo en las mancuernas del decathlon de ciudad real». Yo no sé por qué razón pensaba que los orígenes de Antonio J. Rodríguez estaban en Asturias. Que sí, que él nació en Oviedo. Pero lo dicen en el diario El País: «Él era un bicho raro en Ciudad Real que llegó a Madrid con el puño en alto…» Aunque, aquí, lo que más me gusta es lo que dicen de Luna Monelle: «Ella brilla con la improvisación». Frente a él que es: «el discurso y la estructura». Muy Shakti-Shiva. Esa polaridad. Pero sigamos adelante: él pintaba trenes, follaba con menores y, mientras hacia exámenes, llevaba una malla de hachís escondida en el ancho pantalón. La ciudad de Ciudad Real a la que pertenece su pasado, antes de «triunfar», es Tomelloso, donde puede verse el Museo del Carro y Aperos de Labranza. Aunque también la casa-museo de Antonio López: un pintor realista español que es el tío del Antonio López en el que yo pensaba. Me ha gustado entrar en su estudio, donde nada es barbarie y todo es barbarie. Yo debería haber visto su obra El día y la noche en la estación de Atocha. Pero iba en la cabeza con la presión de poder ir a ver a Manuel, y no vi nada. Me limité a atarme mejor las botas y ajustar los correajes de mi mochila. Antes de partir caminando por un Madrid desconocido, en busca del templo de Debod. Y parece ser, retornando al hilo, que a Antonio J. Rodríguez le gustaba también el rap nórdico. Pero no sabemos quién fue el tío Pepe, cuyo cadáver encontraron descompuesto. ¿Eso significó una muerte en soledad? Aunque lo más interesante se encuentra, de nuevo, al final del poema. Primero que él se pasara la vida buscando un modelo al que imitar. Y segundo, pero no último, que él mismo fuera ese hombre al que había estado buscando. ¿Aunque lo era? Y ¿a quién se está poniendo verdaderamente en duda aquí? ¿Al que buscaba, al que encontró, quizá a sí mismo? La voz que habla es creíble. Pero yo al final incido en ese cuestionamiento. Como si percibiera ahí, un resquemor. Y esta hora se me ha hecho muy corta.

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