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  • APRESURÁNDOME O LAS CONSECUENCIAS [Carta a Bunbury número 38]




    Estimado Bunbury: El capítulo segundo de MicroDosis se titula Maestro dorado. Y yo experimento curiosidad. También el poema que sigue. Son unas setas. Acaba de transitar un bicho por debajo del libro. Un bicho que no era una araña y después de que yo le haya estado dando un repaso al registro de postres y yogures en el supermercado. Nada como de lo que hablas. Pero paso página. Ahí me encuentro con Incondicional consciente. ¡Qué hermosura de poema! Aunque no sé si hablas de Jose Girl o de la naturaleza. Ya he decidido que lo nuestro va a ser muy breve, a partir de ahora. Leerte para disfrutar y no para romperme la cabeza, porque no tengo anclas con tu texto. Así paso por Los psiconautas y La aventura de la mente. Y alcanzo el capítulo tercero, llamado Otra ciudad. Hoy comienza el verano a las 22 horas. Pero en ese momento yo no estaré contigo. Así que aprovechemos ahora. Dejo Palosanto atrás y llego a Licenciado Cantinas (2011). Pero este es un disco de versiones, en el que se incluye, por ejemplo, ese Pa’llegar a tu lado de Lhasa de Sela. Así que prosigo, hasta llegar a Las consecuencias (2010). La primera canción tiene el mismo título, con el subtítulo Asustar un poco. ¡Ah! A esta canción corresponde esto «La perfección es el vértigo de la belleza«. Ahora viene Ella me dijo que no. Supongo que aquí te referías a tu anterior pareja. Nunca se me había ocurrido mirarlo así: «La verdad es un armario muy solicitado y con poca luz.» Pues me la quedo. O no. Es que dudo. Pero hay tiempo aún. Luego El boxeador. Que me demuestra que puedo estar ahí y aburrirme. 21 de octubre de 2006. Todo lo contrario. Te deseo que estés bien.

    Otro camino: Cartas a Bunbury -primera parte

  • El correo y la llamada (3) EL AMOR ESTÁ DONDE ESTÁ EL AYER




    Asunto: Y un cáncer del alma. Yo supongo que, a estas alturas, después de todo lo que te he compartido, piensas que no exageraba. Aunque cualquiera diría que me lo merezco, por haragana y ociosa. ¿Pero qué te dije? Que yo era verdaderamente extrema. Y que si la química, el sabor, el olfato, no nos defraudaba, lo nuestro prometía. También te hacía llegar un enlace a mi blog, Imagínate, el blog de Sabbat. Aunque yo te escribía como cma, solo que desde un correo que se hacía llamar kasandra. Porque desde el instituto nadie me había creído nunca, cuando se me ocurría hablar de lo que sucedía con mis padres. Y eso a mí me parecía que guardaba cierta relación con el mito. Y puede que te hablara de Luis. También estoy casi segura de que te facilité mi número de teléfono. Y esa misma tarde recibí una llamada oculta que respondí. Por supuesto no puedo saber si fuiste tú el que lo marcaste para conocer mi voz, pero yo contesté como si fueras a ser tú. Venía de darme un masaje con César. A César lo había conocido casi por casualidad, cuando más desesperada estaba. Porque en el curso para monitores deportivos sufrí un accidente, me golpeé la cabeza contra un portero de discoteca, un tipo verdaderamente fornido y me hice una avería seria en las cervicales. César se atrevió a librarme de ese esguince cervical y yo confiaba muchísimo en él. Además, César cerraba su negocio cuando yo lo visitaba y me dejaba fumarme un porro antes de subirme a la camilla, para seguir tratando mis problemas de espalda. Y nunca se propasó conmigo. Casi me veneraba. Fue él quien me regaló el aceite esencial de rosa del desierto con el que un día perfumaría mis cuadernos… Aunque yo a César he de confesar que traté de manipularlo, para que atemorizara al acosador del parque. Por fortuna no me hizo caso, porque sé que nos habríamos metido en un lío gordo los dos. Y volviendo a esa llamada, después, me dirigí al Tucán, un pub que entonces existía frente a la casa de Sixto, el señor Palmer, el padre de Laura, al lado del portal desde el que lo había espiado tantas veces, y estuve escribiendo ahí durante un par de horas, mientras me tomaba un par de Grimbergen tostadas, esperando que volviera a sonar el teléfono. Pero eso no sucedió.

    Historia: EL AMOR ESTÁ DONDE ESTÁ EL AYER

  • La leopardo (2) EL AMOR ESTÁ DONDE ESTÁ EL AYER




    Tu aparición duró, si no recuerdo mal, cuarenta y tres segundos. Dijiste cóctel, dijiste tomate, te mostraste irónico, pero de una manera que me pareció extremadamente inteligente, tu dicción era perfecta y tú, yo lo supe, muy gentil. Creo que tenías los brazos cruzados todo el tiempo, como quien se muestra a la defensiva. Eso me habló de tu extraordinaria timidez. Así lo interpreté. No sé si vi una gacela en ti en ese momento. La leopardo tenía la columna en tensión y las orejas aguzadas. Y la leopardo se mordió el labio inferior. Tú habías pasado a ser inmediatamente el objeto de su deseo. Y hasta entonces, que yo sepa, la leopardo no había hecho nunca antes acto de presencia. Si hubieras sido una presa, ella te habría dado caza, llevada por su instinto depredador. Y aunque sea una imagen muy cruda, te habría subido a un árbol, haciendo gala de una fuerza descomunal, para saciarse contigo y no consentir que nadie más en la sabana se saciase. Pero la leopardo solo tenía un teclado delante. Así que rebobinó el vídeo y se centró en tu nombre y en tu universidad. Y se puso a buscar inmediatamente tu correo electrónico para escribirte.

    Historia: EL AMOR ESTÁ DONDE ESTÁ EL AYER

  • Transparente (1)




    Todavía me ocurre aunque no esté delante de aquella pantalla. Te siento transparente. Pero qué diferente hubiera sido si te hubiera conocido en el otro documental. No sé si ahí me hubiera animado a escribirte. Tal vez hubiera sido mucho mejor para ti.

    Historia: EL AMOR ESTÁ DONDE ESTÁ EL AYER

  • AQUEL DÍA (ANNE SEXTON) / THAT DAY

    Este es el escritorio donde me siento

    y este es el escritorio donde te amo demasiado

    y esta es la máquina de escribir que se posa ante mí

    donde ayer solo tu cuerpo se posaba ante mí

    con sus hombros agrupados como un coro griego,

    con su lengua como un rey inventando reglas sobre la marcha,

    con su lengua completamente abierta como un gato que lame la leche,

    con su lengua – ambos enroscados en su vida resbaladiza.

    Eso fue ayer, aquel día.

    .

    Ese fue el día de tu lengua,

    tu lengua que salió de tus labios,

    dos abridores, mitad animales, mitad pájaros

    atrapados en el umbral de tu corazón.

    Ese fue el día en que seguí las reglas del rey,

    pasando por tus venas rojas y tus venas azules,

    mis manos bajando por la columna vertebral, bajando rápido como un ascua,

    las manos entre las piernas donde despliegas tu conocimiento interior,

    donde las minas de diamante están enterradas y salen a enterrar,

    salen más de improviso que alguna ciudad reconstruida.

    En apenas segundos se completa, ese monumento.

    La sangre corre bajo tierra, pero da a luz una torre.

    Una multitud debería reunirse para semejante edificio.

    Por un milagro uno guarda la fila y arroja confeti.

    Seguro que la prensa esta aquí buscando titulares.

    Seguro que alguien debería colocar una pancarta en la acera.

    Si se construye un puente, ¿no corta el alcalde una cinta?

    Si llega un fenómeno, ¿no deberían venir los Reyes Magos portando regalos?

    Ayer fue el día en que traje regalos para tu regalo.

    Y vine desde el valle para encontrarte sobre el pavimento.

    Eso fue ayer, aquel día.

    .

    Ese fue el día de tu rostro,

    tu rostro después del amor, próximo a la almohada, una canción de cuna.

    Medio dormido a mi lado dejando que la vieja mecedora se detuviera.

    Nuestra respiración se hizo una, se convirtió en la respiración de dos niños,

    mientras mis dedos dibujaban pequeñas oes en tus ojos cerrados,

    mientras mis dedos dibujaban pequeñas sonrisas en tu boca,

    mientras dibujaba TE AMO sobre tu pecho y su ritmo

    y susurraba: «¡Despierta!» y tú murmurabas en sueños.

    «Shh. Estamos conduciendo hacia Cape Cod. Nos dirigimos

    al puente Bourne. Estamos girando el círculo Bourne.» ¡Bourne!

    Entonces te conocí en tu sueño y recé por nuestro tiempo

    para que yo fuera traspasada y echaras raíces en mí

    y que yo pudiera dar a luz tu ser, pudiera llevarte a ti

    o al fantasma de ti en mi pequeño hogar.

    Ayer yo no quería ser prestada

    pero esta es la máquina de escribir que se posa delante mío

    y el amor está donde está el ayer.

    THAT DAY

    This is the desk I sit at

    and this is the desk where I love you too much

    and this is the typewriter that sits before me

    where yesterday only your body sat before me

    with its shoulders gathered in like a Greek chorus,

    with its tongue like a king making up rules as he goes,

    with its tongue quite openly like a cat lapping milk,

    with its tongue — both of us coiled in its slippery life.

    That was yesterday, that day.

    .

    That was the day of your tongue,

    your tongue that came from your lips,

    two openers, half animals, half birds

    caught in the doorway of your heart.

    That was the day I followed the king’s rules,

    passing by your red veins and your blue veins,

    my hands down the backbone, down quick like a firepole,

    hands between legs where you display your inner knowledge,

    where diamond mines are buried and come forth to bury,

    come forth more sudden than some reconstructed city.

    It is complete within seconds, that monument.

    The blood runs underground yet brings forth a tower.

    A multitude should gather for such an edifice.

    For a miracle one stands in line and throws confetti.

    Surely The Press is here looking for headlines.

    Surely someone should carry a banner on the sidewalk.

    If a bridge is constructed doesn’t the mayor cut a ribbon?

    If a phenomenon arrives shouldn’t the Magi come bearing gifts?

    Yesterday was the day I bore gifts for your gift

    and came from the valley to meet you on the pavement.

    That was yesterday, that day.

    .

    That was the day of your face,

    your face after love, close to the pillow, a lullaby.

    Half asleep beside me letting the old fashioned rocker stop,

    our breath became one, became a child-breath together,

    while my fingers drew little o’s on your shut eyes,

    while my fingers drew little smiles on your mouth,

    while I drew I LOVE YOU on your chest and its drummer

    and whispered, «Wake up!» and you mumbled in your sleep,

    «Sh. We’re driving to Cape Cod. We’re heading for the Bourne

    Bridge. We’re circling the Bourne Circle.» Bourne!

    Then I knew you in your dream and prayed of our time

    that I would be pierced and you would take root in me

    and that I might bring forth your born, might bear

    the you or the ghost of you in my little household.

    Yesterday I did not want to be borrowed

    but this is the typewriter that sits before me

    and love is where yesterday is at.

  • La importancia del clavel en el poema (235)

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    FILOSOFÍA IMPLÍCITA

    Me detenía ayer en ese «pecaminoso el clavel /» y de fondo solo podía escuchar a la Jurado: «Nadie sabe, nadie sabe/ Aunque todos lo quieren saber,/ ni la clave, ni la llave/ De mi cuándo, mi cómo y por qué/». Una folclórica que ama a un torero, ¿puede haber una imagen más típica del tópico español? Y pienso en Ernesto Castro disfrazado de torero para dar sus clases. Al menos lo hizo una vez en Halloween, y para hablar de Santo Tomás, y porque no se le ocurría una figura más terrorífica. Pero es bastante improbable que esta fuera la derivación que el clavel tomaba en el pensamiento de Luna, que ayer colgaba una fotografía de ella de niña, en compañía de Ana Santos Payán, algo muy dulce y que hacía entender su añoranza. «nos dijeron que la rosa era más pura / que el lirio era más fino/ pero / ¿y el clavel? /». Solo será un gesto, porque pienso que no lo encontraré, pero agarro el diccionario de símbolos de Chevalier y Gheerbrant. No, está claustro y está clavícula, pero no esa olorosa flor de cementerio. Y tampoco en Cirlot, que de ciudad salta a clima. Su nombre latino leo es Dianthus, derivado -dicen- de Dios y flor. Nombre que, al parecer, le otorgó Paracelso. Tal vez porque vio en él algo alquímico. Pero en la estrofa siguiente: «¿tan español que con furia lo arrancamos? / ¿tan de la tierra que de solo verlo lo machacamos?» Arrancarlo es posible, pero cómo vas a machacar algo tan embriagador. Aunque yo las rosas las tengo trituradas. En un intento de capturar, más intensamente, su aroma. Parece un diálogo: «no sé / jaja /». Quizá era una respuesta a los diálogos que por ese entonces escribía Ernesto Castro. Y lo siguiente que él le dice, que se nota que ella ha estado leyendo a Gertrude Stein, yo eso no puedo saberlo. Porque al no haberla leído no capto la ironía. Pero la llama socia. Y creo que escuché a Luna decir que ese era un término almeriense. O vete tú a saber con qué lo estoy confundiendo. Veamos, Gertrude Stein: un vacío. Porque me niego a admitir la imagen que la Red pretende venderme a priori. Que no digo que no sea la exacta. ¿Pero eso ayuda a comprender la estrofa? «se nota que has estado enamorada /» Sí, al menos unas cuantas veces. Pero ¿este es uno de esos subjuntivos de los que hablábamos ayer? «¿es tan digno de un poema eso que sientes /?» Como si algo tuviera que tener un estatus, ¿no?, para pertenecer a un poema. No sé, los haikus están llenos de flores y de pájaros y de viento y de lluvia, por qué el amor no iba a tener la misma entidad. Pero espera un segundo, que esto se complica. «a ver / yo creo que el pensamiento nace por celo / o por imitación /» Pues yo creo que el pensamiento nace de la interrelación del sentimiento con la palabra. Y, luego, ocupa, por lo general, un lugar dominante. Porque a medida que crecemos aprendemos a anestesiarnos, para no sufrir indebidamente. Sin sospechar que a veces el pensamiento nos hace sufrir el doble. Pero esto ya, si no lo era antes, se ha convertido en un diálogo de besugos. Porque no me he preocupado de averiguar qué quería decir, ahí, en realidad, Luna. Celo, por ejemplo, es definido por la RAE como el interés extremado y activo que alguien siente (ah, pero siente) por una causa o una persona. Y también como el cuidado, diligencia y esmero que alguien pone en hacer algo. Y la propuesta es que «el pensamiento nace por celo /» No sé, habría que volver a leer Ser y tiempo de Heidegger, que no sé si lo sabes, pero, increíblemente, fue un bestseller en su época. O el pensamiento -dice- nace por imitación. ¿Yo pienso, y, entonces tú piensas? ¿Actividad refleja de las neuronas espejo? Aunque lo que más me gusta es lo siguiente: «pero también el pensamiento nace por inconformismo /» La reflexión de Luna en el poema es profunda. Y, en principio, yo diría que es un poema filosófico. Pero aún quedan días por delante, para finalizarlo.

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    Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

  • Comenzar Un amor español por el poema final (234)

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    DUDAS INCESANTES

    El poemario que ahora me dispongo a leer, Un amor español, fue escrito entre junio de 2020 y noviembre de 2022, entre Almería, Barcelona y Madrid. Yo voy a comenzar por el final, por el largo poema que da título al poemario. Y que comienza en la página 75. «UN AMOR ESPAÑOL ES / -dice- un amor con posibilidades /» Pero, ¿qué es una posibilidad? ¿qué significa realmente aquí ese concepto? ¿Las tres opciones que se nos plantean a continuación? «sueño /» ¿Por qué sueño? ¿Sueño como «ay, qué sueño tengo, tengo que dormir»? Sueño que significa cansancio, por tanto. ¿O bien es el sueño de toda noche de verano? Donde Titania, la reina de las hadas, besa a un burro. ¿Sueño como recuerdo? Como cuando comienzas diciendo: «Ayer tuve un sueño…» ¿O sueño como anhelo? Y así las posibilidades se multiplican, claro. Porque solo estamos comenzando a explorarlas. «dedo que se hunde en la nada /» Eso es ausencia, el amante, lo sabemos, no está cerca, ni próximo, todo el tiempo. Y Luna, cuando bebía y lo echaba de menos, dibujaba sus contornos en la cama, con los libros de su biblioteca. Puede que con toda la sección de filosofía. Aunque la mayoría de los libros de ella son de poesía. «o amor precario en imágenes/». Que esa idea viene a subrayar lo mismo. «pero -he aquí la cuestión- sabio en subjuntivos /» Ahora lo que hay que averiguar es lo que es un subjuntivo y, en teoría, podríamos descifrar lo que Luna quiso decir. El subjuntivo, presente en tantas lenguas, suele corresponderse con las afirmaciones hipotéticas e inciertas y también con los deseos. Necesito un ejemplo o varios, con el verbo amar. Veamos: ella ame, en presente, ella haya amado, en un pretérito perfecto, amara, hubiera amado, amase, hubiese amado, amare, hubiere amado. Conjugándolo los pronósticos empeoran. Es algo un poco más retorcido que un simple «ella ama o amaba». Sigo leyendo. Hay en el siguiente verso un componente grande de frustración. Pero no se nos aclara qué ideas son esas. Aunque para querer estamparlas contra la pared tienen que ser dolorosas. A no ser que yo esté interpretando mal el verbo, y se trate de un estampado. Como quien decora una pared con un papel de flores, como el que había en aquel restaurante francés del que hace tiempo hablamos. No, eso no puede ser, porque en el siguiente verso lo que Luna quiere estampar es ese amor contra el cristal. Aunque ahí podría tratarse de un sentimiento de fusión. Un segundo, la confusión es sola mía. Provocada por una acepción del término estampar heredada de mi padre, de cuando él me decía: «Te voy a estampar a hostias contra la pared.» Y no sé, evidentemente, si es así como lo está utilizando Luna. Así que paso al verso siguiente… Que te enseñen a ser de cristal puede querer decir que aprendiste a ser transparente y también frágil. ¿Y cuáles son los atributos del amor solar, el amor que ellos se profesan? La luminosidad, ¿verdad? La brillantez, la energía, la fuerza, la asertividad, la expansión. El día, frente a la noche. «pecaminoso el clavel /» Pecaminoso, lo que está contaminado de pecado. Mañana prosigo… Salud.

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  • Continuar leyendo las notas a pie de página y discrepar (233)

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    ABANDONO

    La chica de Ternura y derrota lee a Simone Weil. Y Luna en su Twitter, hoy X, expone algo así como la titulación de esta filósofa, aunque al principio yo creía que era su pasaporte. La dirección que consta en ese documento es el número 3 de la calle Auguste Comte de París, posiblemente en el distrito 41. Y me parece que tampoco explica por qué la ha elegido. Pregunta: «¿Ahora va a hablar de la fe?» Hasta aquí nada parece extraño. Pregunta: «¿Va a seguir meciéndose en el dolor?» Eso dice la nota a pie de página 23. Por cierto, hoy escuché una lectura de la propia Luna de una nota a pie de página extraordinaria. Imagino que regresaré sobre ella en otro momento. Porque a veces tienes esas sorpresas con Luna. Pero aquí en la nota a pie de página 23 no voy a estar de acuerdo con algo. Aunque yo también utilizo ese recurso habitualmente. El de desmerecerme. Simone Weil y Luna se adentraron en la escritura del género dramático parece ser que a la misma edad, los treinta años. Y en la nota a pie de página siguiente comienza lo que podría definirse como crispación entre las voces. Alguien, alguien que por fin llama a la chica Ternura, alguien dice que se ve obligada a levantarse de su asiento, porque los últimos comentarios, y ahora incluyo los míos, de algún modo la han molestado. Eso se percibe cuando dice: «Yo es que me quedo muerta con vosotros.» Por esta voz sabemos que Ternura y derrota es una carta de amor. Pero no, a mí no me molesta que una mujer cite a otra mujer, ni tampoco que lo haga un hombre, no me molesta citar porque yo cito. Pero recuerdo haber leído el otro día a no sé quién que decía que eso era una barbarie. Debí quedarme con la cita. Ahora bien, ¿yo puedo estar juzgando? No lo siento así. Pero me pregunto si eso, como a mí, es lo que más le molesta a Luna. En la nota posterior, la nota a pie de página 25, parece que se produce algún tipo de consenso. Consenso contrario a la autora o a Ternura: «contra pronóstico volvió a recitar una selección de versos sobre la humillación y la desnudez que a nosotros nos parecen algo fuera de contexto.» Algo que niega la siguiente voz que interviene. Una voz que se alinea con la primera que había salido en defensa de Ternura. ¿Se dice Luna a sí misma lo que quizá le gustaría oír de sus lectores, el debate que no surge? O vuelvo a lo mismo: ¿se enfrenta de ese modo a sus partes crítica y negativa, a sus mecanismos de defensa, con comprensión y cariño? Podrían ser las dos opciones y ninguna. ¿Ternura invoca a su bibliografía? Es lo que nos pregunta, cuando interroga ese no. Sí, tiene sentido, claro. Tiene sentido lo que sugiere esta voz, que es como si Ternura «nos estuviera señalando el camino que la llevó a ella misma a pensar como piensa.» Tú no lo ves, quizá, pero hoy este texto está lleno de comillas, porque no hago otra cosa que leerla. Y creo que a partir de este punto ya he incidido bastante en ello. Al principio me pareció una buena idea regresar sobre las notas a pie de página pero ahora sé que no. Que no puedo llegar más lejos en mis conclusiones de lo que he llegado. Y que no alcanzo a tener siquiera una visión de conjunto sobre la obra, porque no he podido discutirla con nadie. Y ni aunque hubiera podido hacerlo eso me garantizaría algo tan elemental. Recuerdo, sí, que Ternura y derrota es la narración de un amor monstruoso, pero en el que el consentimiento lo configura todo. Y también la confianza. Porque ella no nos cuenta todo esto que nos cuenta o que, mejor dicho, le cuenta a su amante, para que nos quedemos impávidos y no sepamos detenernos a tiempo. O él no sepa detenerse a tiempo.

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  • Los papeles van al sobre (232)

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    ESQUIZOFRENIA

    La voz dice que hay esquizofrenia en la chica. ¿Acaso ha perdido el contacto con eso llamado realidad? ¿O las voces, esta y las que se avecinan, no son solo ficciones, artificios literarios? Esquizofrenia también puede significar, en su etimología, mente dividida. La chica -según esta voz- se cree tanto sus propias palabras, ¿dónde está la mentira?, que es capaz de deprimirse con lo que dice. Pero es que lo que dijo llegó a ser grave, muy grave. Y si era cierto, a pesar del alegato contra la honestidad, sería como para no superarlo. ¡Qué todo se supera! Mentira. Hay cosas que no tienen remedio. Y lo digo desde un hondo suspiro, eso. Pero la voz insiste: «La chica se cree tanto sus teorías». ¿Qué teorías? Porque por el momento yo no he atisbado ninguna teoría. Así que debe ser que la voz la conoce más a fondo de lo que Luna deja entrever en Ternura y derrota, hasta este punto. Pero yo tampoco la he visto gesticular como si estuviera poseída. Así que quizá, de nuevo, me equivoco. Y no la he visto pegarse a sí misma. Pero puede que haya que aceptar que sí se haya recochineado de sus propias mentiras, precisamente en el fragmento que yo leía ayer, y que al casero le gustó. La voz quiere que demos por cierto lo que tal vez nosotras no veremos nunca. La excitación de Luna entre las paniculatas. ¿Pero quién es esa chica? Yo, después de todo, no puedo no saberlo. Porque quizá mañana el monólogo se represente con otra actriz. E igualmente, si la cama es lo que acapara la escena, difícilmente podríamos dejar de mirarla. Y ella lo sabe. Los papeles van al sobre. En esta ocasión la palabra escrita en el sobre es ternura. Me interesa poco la escenografía en estos momentos. ¿Por qué el cerco de chinorro no? Tampoco las flores, las más lindas y chiquititas flores. Decidme, ¿no es ella exquisita? Aparece el tercero de los sobres entre las almohadas. Eso es lo que debe importarnos. Lleva escrita en él la palabra gesto. Cuando el gesto es un capítulo relevante de La inmortalidad de Kundera. Sin embargo, aquí el gesto no es levantar un brazo y que vuele un camino dorado y que los jazmines expandan sus alas. Aquí el gesto lo supone la erudición. La chica va a declamar. La chica lee la cita de ese poeta. ¿Quién dice que no tiene mucho sentido lo que la chica lee? Eso me extraña. Aunque si hubiera esquizofrenia en la chica, lo que hablábamos al principio, el sentido, o su carencia, sería determinante, ¿no? Yo hoy he tenido que terminar por reírme mucho. Pero mucho. Porque una esquizofrénica auténtica no sabía manejar la radio que le había comprado su hermano. Pero yo no me reía de la esquizofrénica, a la que solo le preocupaba el mando de la radio, un mando inexistente. Me reía porque podía reírme o darme cabezazos contra la pared. Porque aquellos gritos del hermano no se moderaban. Y porque el hermano nunca le explica que el mando, por el que ella le insiste, hasta en siete u ocho ocasiones, es un mp3, que no tiene nada que ver con la radio. Pero cuéntale tú eso a una esquizofrénica, de casi setenta años, que se quedó anclada en los ochenta.

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  • Los cercos de flores son hermosos (231)

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    LECTURA

    Nota a pie de página once, ¿la reproduzco? No eso es imposible. La voz nos sugestiona. Esperamos algo. ¿Quién será ese posible interlocutor? Creí verlo en un tren ayer. ¿O fue el día antes? No ese día, si, debía ser el metro, pero leía. Y aquí estaba abatido, porque seguía abatido, mientras miraba por la ventanilla hacia una ciudad que no reconocí, pero que pensé que podía ser Nueva York. ¿En qué escenario se esta realizando esa lectura de El coloquio de las Quiltras? Bueno, supongamos que la chica solo ensaya sus propias palabras. Pero por qué un atril iba a hacerla parecer una bruja. Una poeta claramente. Ella no deja de serlo. Y esa lluvia tuvo que ser mágica. Me encantaría haber formado parte de algo tan bello, como esa caída del cielo de las Gypsophilas paniculatas. Aquí descubro que las piedras son pequeñas. Pero, ¿dónde están, entonces, los adoquines de los que habló Alberto Olmos? ¿O eso me imaginé yo que lo dijo? Cuando acabe de leer estas notas iré directa hacia Un amor español. Creo que ya he dejado transcurrir el tiempo suficiente entre esa lectura futura y el poemario Poesía masculina. Para evitar poder tender a compararlos. Los cercos de flores son realmente hermosos. Son como los anillos en los dedos, aunque a mí los anillos me oprimen. Pero es evidente que realzan las manos, cualquier mano. Una vez conocí a un hombre en el Camino que tenía los dedos llenos de anillos. Se los iba dando la gente, en forma de ofrenda, porque él contaba una historia acerca de unas muertes que le habían sucedido, que era una historia terriblemente trágica y triste. Así que la gente quería que su anillo viajara en esas manos hasta ese lugar de peregrinación en el que él prometía rezar por todos. Aunque a mí me dijo que allí pensaba quitarse la vida. Pero creo que es que me vio la cara de idiota. Paso página. La voz aquí nuevamente vuelve a ponerse íntima. ¿Cómo sabe ella de lo que tiene ganas la chica? ¿Tan evidente tenía que parecernos, Luna? ¿Eso, las ganas de acariciarse el vientre y las ganas de amamantar el vacío, estarían implícitas en algún gesto? La voz no dice que parece que tiene ganas, ni que lo hace, la voz asegura que las tiene. Pero, ¿cuándo se puso la bata la chica? Creí que llevaba un camisón, eso había entendido, y no un pijama. Pero aquí está doblada la página. Y eso significa que yo tengo que leer algunas líneas… Las he leído con Lhasa de Sela, con De cara a la pared. Así mi voz se escucha menos. Pero cumplí lo que dije que haría. Pero aquí, claro, no cayeron paniculatas. La chica alzaba la voz. Yo creo que soy incapaz. O puedo hacerlo, pero parecería una histérica. Y no se trata de eso. Porque yo experimento el texto desde el más profundo sosiego, aunque fuera escrito desde la agitación. Ah, la chica parecía dulce, pero ahora es terca, dice la voz. Y curiosamente Aristóteles decía que la dulzura es el centro exacto entre la ira y la apatía. La chica al parecer iba a detenerse, en el monólogo que verbalizaba, supongo. Y se bajó de la cama, cerrando los ojos. Y arrugó todos los folios menos uno. ¿cuál? ¿Cualquiera? ¿Era un azar? ¿Algo simbólico? Y esto no lo entiendo: «Antes de terminar su argumentación la chica descansa». Pero si ella descansó, creo que nosotras debemos descansar también.

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