El proceso de vagar por sus palabras (205)

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DÍA DE ASUNTOS PROPIOS

Igual sí, igual era él, Bertrand Belin. Después de todo. Poniéndose en contacto conmigo hoy, después de tantos años. Y después de haberlo deseado tanto. Pero yo soy única para estropear las cosas, cuando me dan una oportunidad. En fin, qué se le va a hacer. Hoy fui a ver a la psiquiatra. Le conté lo de la caldera y el agua fría y lo de las progresivas. Y ella me dijo que estaba muy guapa con la peluca. Y que no importaba si solo le comunicaba cosas mundanas. Porque eso significa que estoy estable y eso a ella le sirve de mucho. Es más, me contó más cosas ella a mí que yo a ella. Que se le cayó la ventana de la consulta encima, por ejemplo. Y que tenía el problema de que muchas pacientes la confunden con una amiga, y que ese no es su rol. Luego, iba a salir a comer, pero empezó a llover fuertemente y el viento doblaba las hojas de la palmera. Así que tuve que conformarme con contemplar, con admiración, la preciosa serie de fotografías que me envió Juan, tomadas en Antigua (Guatemala), de la flor Ave del paraíso y sus madrugadores visitantes. Juan también me dice cosas preciosas y tranquilizadoras, acerca de mí y de mis palabras. Las que le hacía llegar, de nuevo, de madrugada. Así que este puede que sea el inicio de una bonita amistad. No le oculto cual es mi situación, por si te lo preguntas. Juraría que leí que Luna, de nuevo, estaba fuera, viajando. Pero no sé si lo soñé. Puede que en Ciudad de México. No se debería jugar con el teléfono cuando despiertas en medio de la noche, y te vuelves a dormir. Y aquí en el recreo o la playa de Almería. Donde alguien llama muñeca a Luna y le asegura que sí, que si hay ojos que la miran. Y yo me pregunto cuántas personas habrán pasado por este proceso de vagar por sus palabras, desde casi el comienzo. Y creo que eso debe de ser un sueño, ¿no? Un sueño y una pesadilla. Porque si al final no te conocen de nada, ¿eso qué es? Se puede achacar a la sensibilidad. Por ejemplo, y porque me preocupa, porque no tiene nada que ver, supongo: hay vecinos en mi edificio que no han percibido el horrible sabor y el olor del gasóleo en el agua. Y le restan importancia. Porque los periódicos dicen que no pasa nada, que no ha habido ningún derrame. Pero de toda la ciudad se han quejado solo 23. Yo mañana sin duda, si esto no cambia. Porque de mi barrio no ha habido nadie. ¿Qué pasa? ¿Es que se acepta todo? Y en parte tengo que responder que sí, porque yo de Luna estoy convencida que debo aceptarlo todo. Y eso es bueno, porque es lo que me gustaría para mí, lo que quiero, de quien lo quiero, claro. Pero, por otra parte, ¿no es una falta también de discernimiento? «Yo a ti te quise» -leo ahora. Al lado de una flor que alguien dibujó en una pared. Una flor que se funde con palabras en euskera. Luna estaba coja y llena de rabia. Y quería que volvieran los animalitos. Pero el vídeo que esto podía esclarecerlo ya no está disponible. Y después hay algo que me deja epatada. ¿Sigue Luna odiando los domingos? Hasta en el sur vendían la Central Lechera. Café con leche, pero oscuro y pan de molde con margarina o mantequilla, Ligeresa, y mermelada. Aunque yo nunca tuve la costumbre de desayunar descalza. Más tarde hay una mirada bajo unas gafas de sol. Parece mentira que sea ya octubre, porque todavía se ve gente en la playa en bañador. Aunque son cuatro contados. Luna lleva una camiseta roja que dice Lily. Así llamé yo a Laura cuando me iba al Camino. «Abro los ojos. Y solo veo un trozo de cielo.» Amigos. Todos con los ojos rojos, a excepción de la chica del vientre liso, porque los cierra. Y parece un porro, lo que está fumando. Que es posible que solo fuera tabaco de liar. Que sabe asqueroso, si lo comparas con el rubio que yo fumaba. Pero que ese me parece igual de asqueroso ahora. ¡Qué diablos habrá en la calle que los municipales no dejan de pitar así». Sirenas por todos lados. Como si la ciudad origen se hubiera desbordado. Pronto va a jugar Medvedev contra Davidovich Fokina. Y no me lo quiero perder.

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