La literatura del yo y Fresy Cool (191)

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QUIEN QUIERE CANTAR SIEMPRE ENCUENTRA UNA CANCIÓN

Hoy he estado escuchando a Luna hablar, durante unos minutos, con Gonzalo Torné. Le daban vueltas a la cuestión del yo y lo universal, y también de lo perverso que existía en ello. Había un astrologo que decía esto: «No es que a la persona le suceda un acontecimiento, sino que al acontecimiento le sucede una persona.» Creo que era Dane Rudhyar y creo que esto era de lo que ellos hablaban. Luego, Luna dijo, contestando a otro giro de la pregunta, que no solo había rescatar a las autoras del olvido, sino que también había que hacerlo con sus temas. Porque parece ser que sí un hombre habla de sí mismo está haciendo una épica. Y un poco aquí quizá la respuesta a eso sea Fresy Cool. Y si lo hace una mujer qué hace. Yo no lo sé. Solo sé que la primera vez que leí literatura del yo, sabía que eso era lo que querría hacer algún día. Fue a través de un libro que saqué de la biblioteca, escrito por una astróloga francesa. Pero no recuerdo el título ni la autora. Yo sé que ella hacía una retrospectiva de los tránsitos más importantes de su vida y de los acontecimientos en los que se había visto inmersa. Pero dejando eso, regreso a la página setenta y dos de la novela de Antonio J. Rodríguez. Al parecer Lola Font durante diez semanas había compartido cama con Pleonasmo Chef. Algo que el llamado Changó puede ser que no tolerara. Pero porque Changó debía de ser la pareja oficial de Lola y él era un aspirante, por eso puede que en ese momento no experimentara los celos. Y Changó podía sentir que estaba a punto de perderla. Yo no he tenido celos de la esposa de alguien y, sin embargo, los tuve de una mujer con sombrero que entraba por una puerta. No sé si fue mutuo. Porque yo era la que entonces se iba, al no soportar la incertidumbre. Pero estos, Pleonasmo Chef y Lola Font, habían paseado conversando sobre lo que luego sería Fresy Cool. Un título del que no se esperaba ningún sentido. Porque eso lo he leído en una entrevista que Luna le hizo a Antonio J. Rodríguez cuando la novela estaba a punto de salir a la calle. Y ya el diálogo entre ellos era demasiado complicado para mí. Después llega la camiseta con chapa de los Sex Pistols, God Save the queen, y el sofá rojo y la mantita. Y también las carcajadas. La risa, esa frontera que delata el amor. Porque él luego insinúa que el intercambio de fluidos era la excusa de algo mucho más serio. Luego resulta gracioso como él recurre al «Tarot» y a la oui-ja, para no perderla. Y la magia negra funciona, porque en la página setenta y nueve follan durante una hora y veinticuatro minutos. Pero qué se yo de Lola Font a estas alturas. Prácticamente nada. Aunque tampoco lo sé de Chief, ni en su relación con su psicoanalista, porque no me lo permito. Más tarde, mientras Chief habla con una amiga, hace eso que hemos hecho casi todos, de copiar esa conversación en otra ventana. Y yo tengo que consultar la voz «vesánica», para comprender lo que Chief quiere decir. A él le tiembla la voz, porque a medida que avanza en la relación debe sentirse menos seguro de sí mismo. Y, luego, nos imaginamos su risa maliciosa. Después llegan Wilson y William. Font quiere conocerlos. Va a sorber con su caña un mojito de fresa mirándolos en silencio y va a sentirse fascinada. Antes de que se produzca el siguiente encuentro entre ellos y le tienda el suplemento cultural de un periódico de derechas, dejándonos claro algo, que Chief es un recalcitrante narcisista. La Font menciona líneas después la homosexualidad de Wilson y Williams, con el que se conectó y al que habría mandado a tomar viento, sin pensárselo dos veces, de haber sabido que Wilson estaba a su lado, intercambiando bromas. Y hasta ahora nada puede ser más normal, en esta pareja de libro. ¿Y la fotógrafa que les acompañaba, en realidad, era tontita? La siguiente frase de Lola está en la página noventa y cuatro. Él le hablaba con los ojos en blanco. Y párrafos más adelante, Chief nos dice que solo tiene elogios para ella. Y que es asquerosamente perfecta, guapa e inteligente. Pronto voy a saber cómo la conoció. A esto le llamo yo destrozar un libro.

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