Bálano, el glande (244)

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PARSIMONIA

Comienzo por el poema Ayer me tosté el rostro. Leyendo estos poemas me animo yo a escribir los míos, por las mañanas. Creo sinceramente que un poema puede ser casi cualquier cosa. Lo que tiene es un ritmo, una especie de musicalidad o debería tenerla. Y aprendo sobre todo del secreto y de la no exhibición, aunque como aquí se hable del glande y de la campanilla. En el poema, mientras ella se tostaba el rostro, ellos miraban muchos pechos en la playa. No los describe y no se sabe a quién pertenecían. Quiero decir que este no puedes aventurar que sea un comentario sexual, porque lo que sí sabes es que esos pechos estaban borrachos. Y era Jueves Santo. La duda se abre paso en forma de una pregunta que no aciertas a comprender si te está tomando el pelo. Luego, como contrapartida, estaba en juego la autoestima, supongo. Pero, ¿cómo no iban a gustarle las tetas de ella si siempre le habían gustado? En cuanto a destreza las mías eso lo ignoran. Nunca me han servido para hacer nada. Tampoco he entendido jamás esa expresión. Pero para confiar en alguien, antes, pienso, tienes que creértelo. Así que no es lo mismo, no. Pero lo segundo es lo previo. Y continúo por el poema Érase una vez. Comienzo por el final. Yo creo que el ángel es el hijo y con lo que ella fantaseaba era con un casamiento. Por tanto, el hijo, que dormía a su lado, puesto que ella guardaba en sus manos su pie blanco, carne magra de su carne, como casi dicen los versos si los juntas, podría rechazar esa unión. Por la pregunta que le hace. Aunque queda pendiente la frase central, a la que le encuentro varios sentidos y ninguno. O no, mejor dicho, solo un sentido. Pero a mí es que lo de los casamientos, por lo pronto, ahora, se me atraganta. Y no lo puedo evitar, leo la línea mísera de la página aledaña. Son tres palabras, un pronombre relativo, el nombre por excelencia y ¿ese ruego? Algo que yo no entiendo. Al borde. Puede ser costumbre. Sexo duro sin duda, sexo tránsfugo de ser yo. Me viene eso al pensamiento y no caricias, no requiebros, porque lo que leo debe ser al borde de lo salvaje. La pregunta no parece necesaria, pero escarba en el sentido. Así quizá sea el amor de los vampiros. Y esa palabra que tanto desconcertó a la profesora de filología: bálano, repetido. Estar tan jodidamente enamorada de una polla que la transformes en poesía. «Acurrucado en mi saliva /» -dice. Oleoso, nombre de flor. De eso me libré en parte, hasta ahora. Y este último tiene un título largo: UNA FLOR EL ESTUDIO Y LA FIDELIDAD ERAN ALGUNOS DE LOS MATERIALES NECESARIOS PARA LA EMPRESA DEL PENSAMIENTO. Lo reproduzco en mayúsculas, como una excepción, pero como está escrito en el poemario. Es me parece otro poema erudito. Pero, ¿quién es Díaz Ibáñez? Hay un Jorge Díaz Ibáñez que es doctor por la universidad Complutense de Madrid, que es profesor titular de historia medieval. Aunque no sé si es el que afirma eso. Y en Laforet me encuentro definitivamente o al contrario: «o una mística / la soledad / y la labor alejada de los yugos de Eros /» ¿De dónde saca Luna estas cosas? Solo ella lo sabe. Pero hay un estilo y hay una forma, en Lirios enloquecidos, si no perdemos de vista su comienzo. Ahora bien, ¿cómo hacer literatura de lo inconstante? Cuando después de todo lo que espera es la frase de la abuela. Bello es que el yo se desvista. Y precioso que lo haga como Luna dice: «endeble ante una llama /» En Luna todo es un juego con la cultura, un juego que a veces se vuelve indecoroso, que cómo detesto yo lo contrario. Y a pesar de todo, siento que ella a veces sufre. Pero espero que no me castigue por decir esto.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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