Los pies descalzos y la salida de la noche (228)

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COMIENZO

Veamos, volvamos al principio de las llamadas o notas a pie de página en la obra de Ternura y derrota. Ese es probable que se anticipa a la acción es misterioso. ¿Porque la chica, después de todo, podría no aparecer y recoger el sobre que había tirado junto a la cama, en el que podía leerse la palabra palabra? ¿Que quería decir ese es probable, en realidad? ¿Vamos a confiar después en esa voz, si la profecía se cumple? Salir de la noche. Estar descalza. Los pies descalzos ofrecen convicción. Me recuerdan a los de Ana Ozores, en aquella procesión por Vetusta, la que dio tanto que hablar, antes de su caída real. También mis pies estuvieron descalzos en Eunate, pero yo no me quité los calcetines, que eran gruesos, porque la piedra estaba muy fría. Salir de la noche, podría ser una metáfora. Salir de la noche, podría querer decir abandonar una sus tinieblas. Esas tinieblas de las que Juan me hablaba ayer, después de leer el primer fragmento de El pájaro que escuché. Salir de la noche también puede querer decir que ella surgía de la oscuridad del escenario, en el que la cama era lo que estaba iluminado. La cama alrededor de la que camina. Salir de la noche, en mi caso, y caminar alrededor de una cama, quiere decir olor a pescado, que emanaba del sexo de una mujer, mientras un hombre la excitaba. Ella bailarina del vientre, aunque también psiquiatra, él urbanista y cosmopolita. Y también sabor a merluza, al final. Cuando yo no podía sentir más desagrado. Y salir de la noche es sacar a relucir ese recuerdo de la memoria. Pero no aquí, la cama es una cama solitaria y ella no va desnuda, como yo, la chica, lleva un camisón negro y ligero, porque quien se dirige a nosotros dice que el frío a ella no le importa. Luego, la vemos mirar el sobre con desgana. Porque sabemos que fue Luna la que representó la obra, su propia obra, y Luna es muy expresiva y podemos imaginarla. Luna que ayer, o antes de ayer, también se encontraba sobre un escenario, con Lina Meruane. Realizando creo que algo llamado El coloquio de las quiltras. Sí, argumentos caninos ante la crisis del feminismo. Posiblemente un desarrollo muy interesante. Pero no nos apartemos de esta escena. La chica abre el sobre que antes miró con desgana y sacó un montón de folios -dice la voz- mecanografiados. Pregunta: ¿Los ha escrito ella? Ah, y si no, añade, ¿quién se los habrá enviado? Entonces, ¿la voz que profetiza no es una narradora omnisciente? Algo sabía porque nos adelantaba la presencia de la chica en el escenario, o quiere sembrar una duda razonable. No sé, si los folios fueran una carta podrían tener un destinatario. Y no me planteo, la verdad, que alguien se los enviara. Pero, un momento, se supone que yo no sé nada, que no debo saber nada ahora, solo lo que me compartan las voces. Así que, en principio, tampoco se puede descartar que ella solo sea su destinataria. Sí, ella seguro que es la destinataria, la chica, de la que todavía no sabemos el nombre. La que se acuesta en la cama, vestida solamente con su camisón negro y ligero, para leerlos. Y ahora lo que sabemos es que las sábanas son blancas, que hay un contraste muy grande, entre la oscuridad, que es la noche, y la luz de esa cama, la cama que es el centro del escenario. Porque una vez visto algo tampoco se puede cerrar los ojos. Y ella se revuelve. Pero, ¿cómo se revuelve? Se revuelve y recita. Así que debe estar leyendo. ¿O fue capaz de aprender todo su monólogo? Pero recita, dice la voz, como si hablara con alguien que aún no está en la habitación. ¿Cómo ensayando? ¿Cuántas horas habrá tenido Luna que haber ensayado esta obra? La chica supuestamente no sabe declamar. Algo que no puedo creer. No, porque declamar no sé yo, por ejemplo. Aunque una vez, mientras estaba en la Comunidad Terapéutica, la profesora de teatro dijo que yo tenía que hacer de madre y dije unas frases con una voz que no sé de que lugar de mi cuerpo surgió. Luego, ella, cuando pude irme de la Comunidad Terapéutica, se lamentó diciendo: ¿Vas a dejarnos y va a perderse la actriz que hay en ti? Por supuesto. Me habría dolido mucho, tener que salir al escenario en compañía de los otros locos, en el teatro de la ciudad origen. Lo que hace Luna, al parecer, es pronunciar lentamente cada palabra. Veamos: «Discúlpame. Lo siento tantísimo. Me arrepiento. ¿Podrás perdonarme?» He elegido esa estrofa del texto, porque algo anunciaba ayer con respecto a la voz sumisa, que en el fondo me parecía la más perturbadora. Y aunque sé que dije que no recurriría al texto yo, a estas alturas, ya debes saber que soy algo anárquica. La chica está encerrada en su habitación, pero no creo que como yo no en este estudio. Aunque, ¿es posible que Luna sintiera ese escenario como una jaula? La chica está encerrada en su discurso. Eso parece confirmarlo. Aunque todos nosotros lo estamos también, encerrados en un discurso. Porque el logos es una cárcel y es una cárcel que aparentemente se manifiesta desde una caja de calcio. Su soledad retumba, explica la voz. Pero hace falta saber si Luna es amiga de su soledad o la detesta. Para averiguar si este retumbar debería dolernos en el alma.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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