El argumento de la primera parte de Ternura y derrota (215)

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DISCONFORMIDAD

No estoy nada conforme con la lectura no-lectura que he hecho del apartado Palabra, de Ternura y derrota. No he sabido concretar, a pesar de conocer el argumento. No he sabido decir, por ejemplo: Hay una mujer, una chica, en un escenario, que va a adentrarnos, poco a poco, en el tema del dolor, o quizá la humillación, y su aceptación, que es un sinónimo de consentimiento. Luna, aquí, juega con los términos como una ilusionista, una maga, a mi entender, rozando profundidades abisales. Pero esto que digo ya es un poso. Y es poco. Y todo culmina en esa historia que ella nos comparte, que es la guinda sobre el pastel. La de la trabajadora sexual. Pepinillo, nada menos. Eso creo que pueda habérselo inventado. Pero es que Luna es la delicadeza personificada, que te asesta el hachazo homicida. Y ahora sí, ahora ya puedo pasar página. Pero antes me gustaría «desahogarme». Yo creo que siempre pico. Porque siempre me tomo a los demás en serio. Tengo ese problema. Y hoy leí que una persona se interesaba por el enamoramiento, que yo creo que no es lo mismo que el amor. No tenía muchas ganas de responder a su pregunta. Pero por no dejarla sola lo hice. Sin entrar en profundidades, porque yo sé que soy una de esas excepciones, por mi naturaleza, de las que ella hablaba. Y le dije que no tenía inconveniente en excavar más, si ella quería saber más. Pero que elegía el medio: la grabación. Porque yo sé que puedo ahondar mucho en las cosas si siento que tengo intimidad y me lo propongo. Pero ella qué me contestó, que lo dejábamos para cuando nos tomáramos ese café que teníamos pendiente. Y ahí lo supe. Que nada podía horrorizarme tanto como enfrentarme a ese vacío. Yo nunca he sido una persona convencional y ahora que me he vuelto tan sensible, como cuando era niña, soy mucho menos convencional que antes. Sobre todo porque me preocupan las apariencias el doble. No sé si me explico. Pero la que tiene que aprender soy yo. Yo era afortunadamente de citarme en los hoteles con gente poco convencional como yo. Y las experiencias gratificantes que atesoro las atesoro gracias a esas decisiones, que fueron las acertadas. Así que he decidido que no, que no voy a cambiar ni un ápice aunque haya envejecido. Y que seguiré siendo fiel a mí misma. Seguiré citándome en los hoteles, para consumir enteógenos, cuando se tercie y con quien sea auténticamente poco convencional, como yo. Y los cafés y la pedestre normalidad para quien los necesite y la quiera. Yo me quedo con el vuelo. Entonces Ternura. Esta es ella. Aunque eso no es lo que refleja la llamada diez. ¿Qué pensamiento aflige a la chica? Creo que Luna se ha sentido así de expuesta muchas veces. Ese revolverse su estómago yo lo reconozco. En el fondo estos últimos días no hablo de otra cosa. Ahora también hay un batín negro en la escena. Y yo me imagino la mirada libidinosa de Alberto Olmos. No sé por qué razón. Ese mismo Alberto Olmos que luego iba a comenzar su artículo sobre esta obra hablando de los tatuajes de Luna y nunca del mensaje del texto. Lo que se nos escapa quizá a todos. Pero que yo creo que Juan captaría y quizá también Nico. Que hace tiempo que desapareció de la escena.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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