Ternura y derrota y la cita de Pasolini (211)

.

EL ÚLTIMO LIBRO DE LUNA

Llamamos ayer a la librería de siempre y tenía en existencias Ternura y derrota. La ilustración de la cubierta es de Arturo Garrido. Y ahí descubro que Luna colaboró en la dramaturgia de El lugar y el mito. Esto, al parecer, tenía relación con el mito de Don Juan. Pero es otra sorpresa. La obra la edita La Bella Varsovia, bajo la dirección de Elena Medel, y está dedicada a Ernesto Castro, «por preguntar». Y a quien encontré muy sexy, en el Instagram de Luna, hace unos días. Con la camisa desabrochada. La cita de Pier Paolo Pasolini «y tiemblas de una libertad que te ahoga de gozo», parece pertenecer a la Orgía del autor. Dicen que Pasolini hizo ahí la vivisección de unos personajes desdichados. Y que el escalpelo llegaba a tocar fibras muy profundas. Y yo creo que Luna opera algo similar en Ternura y derrota. Palabra es el comienzo. Y en palabra hay una llamada. Sabemos por ella lo que es probable que suceda. Parece que la llamada se dirige a nosotros, para que podamos ver en nuestra imaginación lo que solo pocos podrán haber visto o verían. Y al pasar página una segunda llamada lo logra. Ahora todas la estamos mirando. Pero los folios, ¿los ha escrito ella o se los han enviado? Tengo que preguntármelo, porque yo no estuve en la representación y no sé realmente lo que ella pronunció. Aunque es más que posible que la pregunta sea retórica, o más que retórica, que se traslada a la mente de los que solo juzgamos por las apariencias. «La chica -dice- está encerrada en su discurso.» Pero, ¿cuál es el discurso? «Mi palabra de seguridad es ternura». Así comienza. Y ella insiste o, mejor dicho, explica en que no es una provocación, sino una disculpa. Pero que ternura es más antigua nosotros ya lo intuimos. Porque asomó ya no sé donde bien. Ya todo se mezcla inevitablemente. Y le digo a Juan, antes, eso. Que voy a comenzar a leer este monólogo. Después de que él me haya escrito su impagable trayectoria en una aldea guatemalteca cerca de Chiapas. A mí, un correo edificante, que no tengo que aportar nada. Y yo también pido perdón de algún modo. Aunque mi voz nunca se convierte en un tintineo. Eso que Luna dice que le sucede. Yo no tengo hambre de perdón. O si la tengo lo que habría de perdonárseme no puede perdonármelo nadie vivo aún. Y estoy de acuerdo. Ya no digo lo que decía antes. Porque estoy convencida de que el consentimiento es vital. Pero no sé si eso estaba en la primera versión. En la que prologaba o epilogaba Alicia Valdés. Le digo a Juan lo que le dije a Manuel, que Ternura y derrota es sublime. Manuel me lo agradeció, pero si la lee es improbable que yo lo sepa. Juan todavía está por ver. Yo leo algunos de sus correos en voz alta y me descargo también algunas de sus fotografías. Pero no me animo a traerlo aquí. «Mi vergüenza desnudándose contra el folio» -dice Luna. La mía quiero que esté a salvo de él. O lo quiero por el momento. Pero nada impide, verdaderamente, que llegue hasta mí. Pero, ¿para qué quiere Luna el perdón y el permiso? Esto tampoco lo recordaba, de mi lectura en voz alta. Espero no tener ninguna forma prematura de demencia. Y desde luego no la de cuerpos de Lewy.

Enlazado en

Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar