Otro mensaje de Ibrahim B y la cita de Durrell (199)

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PLAQUETTE O FANZINE

De mayor Luna decía que quería parecerse a Amélie Nothomb. Era cuando nos mostraba Estupor y temblores, e Ibrahim B. le hablaba de la dialéctica de la reacción, a la que según él aludía Hegel. Eran las vacaciones y Luna decía que no iba a despertarse. Podríamos pensar que hablaba de cansancio, pero la etiqueta que aparece en su post es dolor. Alguien, tal vez Perseo, le dejaba ese día un comentario rico en matices. «Hay voces -decía- que no suenan nada más que cuando están calladas.» Como la del ya fallecido Antonio Romero Márquez: «Temblará como un tallo en la hierba la espada,/ hasta la roca dura se derretirá asombrada/ porque conoceremos las palabras dichosas.» En la feria del libro de Madrid conozco a una Elena Medel muy cambiada. Luna también ha fotografiado, con maestría, a Christian Law, que me parece que es el autor de Algo menor que el corzo, y a Matías Candeira. Un poema de Louis Glück: «Al final del sufrimiento/ me esperaba una puerta. Escúchame bien:/ lo que llamas muerte lo recuerdo.» De El iris salvaje. Unas bailarinas, con un fondo negro y grandes flores rojas. Era una confesión. El desamor no existía. Luego sus amigas, Naira Perdu y Xio, delante de los grafitties. Y las tres muy divertidas. Miro la vida que yo no tuve, o la vida que ahora creo no haber tenido. La foto de Isabel Aranda sobresale. Pero el efecto buscado con la chica que estudiaba automoción no se repite. Sin embargo, la polaroid de Enrique Morales Martínez es muy buena, como esos dos versos suyos. Luna piensa que el Cabo de Gata podría ser un escenario perfecto para Mundo Fantasma. Las imágenes de esas amigas que parecen ir a la playa son estupendas. La que alguna de ellas le tomó a Luna no tanto. Y en Fragmento de un final me acuerdo de una cita de Durrell: «Una ciudad se hace un mundo, cuando uno ama a uno de sus habitantes.» Luna escribe: «Almería o Niza, poco importa la ciudad sin su habitante.» Y poco después subraya esto: «En una ciudad puedes sentirte indiferente y al mismo tiempo formar parte hasta de las aceras.» Y también me viene al pensamiento, ahora, Ortega, cuando habla así de las ciudades: «Ciudad es ante todo plaza, ágora, discusión, elocuencia. De hecho, no necesita tener casas, la ciudad; las fachadas bastan. Las ciudades clásicas están basadas en un instinto opuesto al doméstico. La gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya.» Hoy divago igual, pero lo hago por otros derroteros. Y ese fragmento debía ser un adelanto de un fanzine de Luna, titulado, aquí sí, El final. Lo del cri-cri de las margaritas lo reconozco. Era una edición limitada. Quizá no era un fanzine sino una plaquette, yo no lo distingo, pero Ibrahim B. quería tenerla: «Sacre Bleu! Mándemela al mail si usted tiene el gusto.» Hay un poema que aparece en el blog en el que yo creo que ella a quien ve es a Thomas. El vómito podría provocarlo la ansiedad, una ansiedad repentina. Y la muerte podía estar cerca, porque ella cambió de acera sin percatarse del tráfico del momento. Y eso me hace recordar que yo tengo la mala costumbre de confiárselo todo a mi oído. Y, al parecer, los coches eléctricos no hacen ruido. Luna tenía una de esas ‘ges’ por las que se adivina que se entregaba al otro realizada y con generosidad. Aquí la veo en otra polaroid. Posando junto a una lámpara de pared, antigua. Y la lámpara no sé por qué me recuerda a un quinque. Y ella, sí, a Monelle. «Las paredes son verdes -dice su caligrafía- los corazones negros y el café barato.» Probablemente ella ya hubiera tenido noticias de esa rosa con espinas. Y dormir, lo pensaba ayer, es la medicina del dolor físico. Pero el alma aterida puede seguir haciéndonos temblar entre sueños.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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