La tumba del mundo (210)

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ESCOMBROS

«Mi historia es inmoral» -dice Luna al comienzo del 2008. Y eso sé que ya lo he escuchado antes. Pero no acompañado de esa cita de San Lucas. Y está el fucsia. Y está la cuchilla. Curiosamente en el cuaderno yo paso por este mes de enero de largo. ¿Por qué razón? Tiza y Mundo Fantasma, de nuevo. Y alguien que le pide a Luna que no llore, porque no merece la pena. Eso debe ser la vida. La real. ¿Puede ser eso un antiguo tocadiscos? Jersey morado y auriculares. Calcetines a rayas. Foulard sobre la pierna, mientras se tira del cordón. Todo es artístico. Todo está pensado. El tocadiscos tiene un eco en el cómic. Ahora bien, ¿por qué eso es la tumba del mundo? Me gusta la cama. Me recuerda a un tigre. Y esa polaroid de París. La niña ha viajado. La mujer viajará más. Si viajas tu mente se expande. Si te aíslas te constriñes, como yo. ¿Quién es Paolo Malatesta? Dante cuenta que Paolo era el amante de la esposa de su hermano Gianciotto. Deben ser los del cuadro. Y lo otro son momentos del cementerio de Montparnasse. Si yo hubiera sido una chiquilla la visita a París seguro que me habría impresionado. Tenía que ser palpable. Pero Luna nunca presume de nada. Ella solo constata. «Yo sé que existo» es algo que dejó de existir. Otra lástima. Perseo le dice a Luna que es realmente enorme. Y que acababa de entender la magnitud de lo que ella hacía. Y se inclinaba ante ella porque no le quedaba otro remedio. Como esos versos están ocultos no se puede opinar. Además Luna se sentía enferma, porque le dolía la tripa. Estaba sola en casa y decía que él le había alegrado el día. Hoy el peregrino Valdivieso me ha sugerido que yo podría realizar una biografía de Luna. Pero nada más lejos de mi intención. Ya me arriesgo bastante aquí a que ella se enemiste conmigo, como para forzar algo, para lo que yo no estoy capacitada. Perseo era una incógnita que todos mantenían. Yo no sé el secreto. La poeta María Salvador, doctoranda en historia del arte medieval japonés, les había ayudado a descubrir el origen de la simetría. Juega a ser poeta. Otro espacio que desapareció y al que estábamos invitados. Un callejón destartalado lo anunciaba. Y Proverbios del infierno. Solo ser. Y permanecer. Y ocultarse tras unos cristales. Y tener la nariz manchada. Como sucede con algunos gatos. Y supongo que sostener una pistola de fogueo. Ana Santos Payán jugaba a ser una sombra chinesca. Danza conmigo, era la propuesta. Dos manos que se sostienen, frente a las palabras de Nietzsche. Hay que tener valor para enfrentarse así a la cámara. Con esa mirada abierta. Pero si yo tuviera esa campana extractora quizá comería el doble de pescado y carne y lo que fuera. Muchos gatos callejeros en la noche. Tú sabes lo que sucede con sus ojos. Luna dice que «el cielo caía despacio hacia la costa/ donde mil gaviotas comían peces muertos.» Ese corazón negro, sobre lo que parece un horario de clases, es lo que hoy lo acaba todo. Ella finaliza el mes con un vientre de Bertolt Brecht «porque el vientre de donde surgió la bestia inmunda, todavía es fecundo.» Yo hoy hablé con alguien de cerca de Medellín. Ríonegro me parece que me dijo. Donde había un barrio que se llamaba El Porvenir. A su mujer le sucedía lo que a mí, que con la menopausia su deseo se había evaporado. Pero este no era como el argentino de ayer, el que tuvo una historia con su cuñada. De todos modos, ahora volveré allí. Y es a eso a lo que llamo escombros.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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