El día en rojo, el doce de octubre (206)

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SEQUÍA

Antes, antes de sumergirme en el blog de Luna, tengo aquí una nota que dice: Juan Soto Ivars gana el premio internacional de ensayo Jovellanos, por su obra La trinchera de las letras. Pero no me he alegrado. Porque en su caso cuenta más el pasado que el presente. Y en ese pasado ya sabemos que fue un troll de Luna. Y por cierto: ¿qué es lo contrario de un troll? Y sí, no me había confundido y Luna estos días está pasándolos en Ciudad de México. Pero yo vuelvo al doce de octubre, ese día aciago, posiblemente, en varios sentidos. Enamorarse de un loco y dejar que te hagan daño. Descubrir que eres diabética y que tendrás que inyectarte una aguja, con insulina, toda tu vida o parte de tu vida. Aún creo que está por descubrir el auténtico tratamiento. Y un cuaderno azul, donde se escribe el primer poema no puede ser malo. Hay diecisiete comentarios en este post, dedicado a Jacinto. Que debe ser Jacinto Castillo. Pero el último raya lo infame. Esta carta al mundo, bellísima, es menospreciada. Me pregunto por qué razón odiamos, la verdad. Y no parece haber respuesta. Pero quiénes son las serpientes. No es la vida, es el humo, lo que se va. Esa carta mencionada antes fue publicada también por el periódico El País. Dicen que Luna no es política, pero la carta tenía un innegable trasfondo político. El fanzine Espejos y espejismos aparecería en Canal Sur. Era una entrevista. Y en las fotografías parece que todo giraba en torno a Luna. Las fotografías las tomó Rocío Ruz. Aunque no sé si las de la sesión de tarde también. La polaroid, en la que también aparece Jacinto, está algo borrosa. Nuevo escritorio, me gusta lo que veo en el corcho. Pero ese día Perseo, creo, regresó. Había estado fuera, pero no nos dijo donde. Solo que Luna reaccionaba. Yo creo que a Luna le cuesta que las cosas que le decimos le conmuevan. Tal vez porque soy muy párvulas. Aquí hay dos comentarios que fueron eliminados, por el autor. Pero lo que se conserva es la respuesta de Luna. «Podía invitaros a mí casa y enseñaros los agujeros/ que el tiempo ha hecho en la pared.» Un verso de Estar enfermo. Que no sé si estaba ya en Síntomas. Que no sé si, en esencia, estará en el poemario aún por conocer. En el que la casa habla. Me siento un poco inepta escribiendo todo esto. Porque no refleja tampoco ni lo que siento ni lo que disfruto, pero no quiero dejar de hacerlo. Tres cruces en su mano. Y un fragmento enigmático. Me había saltado un día: «El pájaro -dice- morirá en mi estómago/ arañando tejidos y carne/ dejando a un lado lo sucio de mí.» Tengo frío, me siento un poco aterida. Puedo seguir hacia adelante pero me apetece más escribir una carta ahora.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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