Ana Santos escrutando el cielo y las hermanas de Monelle (204)

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CUENTO

Ayer escribía a alguien del pasado, para disculparme por haber faltado a aquella cita hace ya casi un cuarto de siglo. Él se merecía una explicación y creo que yo no le di ninguna. No esperaba, desde luego, una respuesta por su parte. Cuando ni siquiera esa explicación yo la introducía. Pero la hubo, respuesta. Hay gente que es bondadosa por naturaleza. Y la envidio, porque yo no lo soy. Para mí la bondad es un sendero empinado, un camino de montaña. Me fatigo cuando lo ando. Y todo el tiempo tengo que estar empujándome. Y ahora estoy procrastinando, en vez de sentarme aquí a pensar «en voz alta» o a anonadarme. Intercambiando palabras con un tipo pagado de sí mismo. Cuando debería estar escribiéndole a Juan, por ejemplo. Interesándome por esas cosas del mundo que a mí me son tan ajenas. Y que ahora forman parte de su vida. Y por eso vuelvo al blog de Luna, donde lo dejaba ayer. Al punto en el que nos pide que comparemos sus brazos abiertos con los de un viejo pescador, a la deriva, con el que el mar pudo. El corazón del hombre es doble, dice. Y aparece un joven sosteniendo, figuradamente, uno de esos corazones pintados en la pared, a la altura de su pecho. Sin embargo, ese sería un buen inicio para un poema. Un trocito de una canción de Fangoria y un trocito de Ana Santos Payán escrutando el cielo. Antes de subirse a una silla, como si viera ratones, y quedarse muy quieta. La terraza, entonces, se siente más terraza que universo. Luna mira a las estrellas, pero creo que aquí son las que se encuentran en el fondo del mar, los asteroideos de género Echinodermata. Y sucede una mezcla. Y se supone que son las hermanas de Monelle las que hablan. Yo no recuerdo ya cómo se llamaba aquella del espejo, pero ese fue el cuento que más me gustó. Pienso que aquí ella sigue comunicándose con Papá Lomo. Porque no sé por qué razón ahora lo sitúo en Amberes. Y la idea que refleja el pequeño poema es preciosa. La tomo: «De la mano, el camino parecía seco. Compartieron los líquidos de un corazón.» Por cierto, desde ayer el agua de mi casa tiene olor y sabor a gasóleo. Y es imbebible. Se lo comenté al casero esta mañana. Y él recordaba haber leído un titular al respecto. Son veinte denuncias ya en la ciudad origen. Espero que lo solucionen. Y más versos de Apollinaire. Luna esperaba octubre enmascarada, y las clases ya habían empezado. Y yo he seguido hablando con ese tipo. Y, al final, me ha pedido que le lleve a algún lugar para masturbarse. Porque dice que está harto de lo que a él se le ocurre. Evidentemente tiene un problema que yo no le voy a resolver. O sí, mira por donde. Transcribo: «Hay un cuento de Anaïs Nin, Los pájaros creo que se llama. Quizá imaginándolo te ayude. A mí no me cuesta verte ya como a su protagonista. » Podría, por supuesto, facilitarle el vídeo en el que Luna lee ese cuento. Pero no se le hace a ninguna hermana eso, echarle a un sátiro encima. Que se la pele como quiera, el puto cabrón.

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Otro camino: LUNA MONELLE (segunda parte)

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